Comentario sobre el libro Inteligencia espiritual y espiritualidad cristiana
Sánchez Álvarez, Pilar, Inteligencia espiritual y espiritualidad cristiana. Murcia 2023, 264 pp., 16,5 x 24 cm.
En nuestra cultura occidental se ha pasado de la Modernidad y Posmodernidad a un nuevo paradigma llamado Transmodernidad como una superación de la Posmodernidad y de sus críticas a la razón absoluta moderna. La Transmodernidad incluye al transhumanismo que trata de mejorar la dignidad humana por medio de la razón aplicada a las dimensiones físicas, psíquicas y racionales de las personas. Este movimiento no tiene en cuenta a Dios y se centra en la historicidad y cultura de los pueblos sin apelar a trascendencia alguna. Con todo, se puede distinguir en nuestra cultura una dimensión trascendente inscrita en el ser humano, que se concreta en la religión entendida como una sistema de creencias, prácticas, rituales y símbolos que hace posible la relación con lo trascendente; en segundo lugar en la religiosidad que es un cuerpo de conocimientos, comportamientos, valores, etc., que dan sentido a una vida; y, por último, está la espiritualidad que es la capacidad humana de trascendencia que supera las coordenadas espacio temporales de la existencia humana (49-50). No obstante esto, se comprueba en la cultura occidental una antropología sin Dios, el mal instalado en las relaciones humanas y sociales, el escándalo de los cristianos, junto a un agnosticismo generalizado. Pero, a la vez, se observa que la religión aún está presente en las sociedades, y la creencia en Dios, aunque existe una grave crisis de las instituciones religiosas, como sucede con el cristianismo, amplía su presencia en sociedades.
El concepto de espiritualidad, analizando las exposiciones de los autores más relevantes de este tema, es la relación entre conciencia, sede de la libertad personal, con el ser superior al hombre y que supone la transformación humana para bien. Y responde la espiritualidad a tres necesidades del hombre perteneciente a toda cultura: darle a la vida un sentido; tener esperanza o que la vida esté abierta al futuro y, por último, «tener fe en uno mismo, en los otros o en Dios» (80). De ahí que la espiritualidad se entienda en la actualidad con la capacidad humana de conocer y asumir su propio yo relacionado con la naturaleza y con Dios. La espiritualidad, que es ciertamente universal, la estudia la física cuántica, la cosmología, la psiquiatría, la antropología, la sociología, la neurología, etc. No es, por consiguiente, algo ajeno la ciencia humana. Se da una espiritualidad laica que no tiende ni supone ni lleva a Dios, o la espiritualidad secular la que se imparte en las aulas universitarias. Existe la espiritualidad con Dios; está la llamada arquetípica de las religiones del Libro; la espiritualidad fundada en los dioses olímpicos con su pensamiento precristiano; y la espiritualidad cristiana católica que abarca a todo hombre y a todo el hombre incluida la creación.— La inteligencia espiritual es darle un sentido al propio yo, a la vida, a la muerte y a la historia humana. Por ello responde a las preguntas esenciales y existenciales del hombre, lo que entraña tomar el control y la responsabilidad de los pensamientos, sentimientos, acciones y valores (140). La inteligencia espiritual es la aptitud para desarrollar la espiritualidad; no es medible, porque se considera una característica de la inteligencia en general y se asocia a la conducta y su manifestación cotidiana.
Se puede educar la espiritualidad trabajando la inteligencia espiritual, ya que la espiritualidad afecta a todo el ser humano y a todas los hombres de este mundo. Ella hace posible que controlemos nuestra vida frente a las continuas invasiones y propuestas que tenemos de todo tipo en la vida actual. De ahí que se deba cuidarla, valorarla, servirla, en definitiva, educarla en sus tres dimensiones fundamentales: conocimiento espiritual, vivencia espiritual y coherencia entre el comportamiento y los valores. Propone la Autora todo un programa escolar de la inteligencia espiritual, que en las sociedades laicas puede sustituir a la espiritualidad cristiana en los centros no religiosos, pero sería una preparación muy adecuada para dar después el paso a la fe en Cristo. La inteligencia espiritual se puede tratar en los centros educativos con unos objetivos concreto, contenidos: programas de educación moral y educación en valores, educación emocional, favorecer el sentido crítico y las elecciones alternativas, el silencio y la reflexión, a los que se suman las actividades, los recursos, los métodos y las técnicas.— Por último, la espiritualidad cristiana se presenta desde su originalidad con relación a las demás religiones: se centra en el seguimiento y conformidad con la vida de Jesucristo, Dios hecho hombre. Se hace hincapié en el encuentro personal en la historia por medio de una relación de amor, que es la identidad del Dios cristiano (1Jn 4,8.18) y el motivo de la encarnación de la Palabra divina (Jn 3,16).— Es una obra bien estructurada y escrita, donde el lector se pone al corriente de los paradigmas del pensamiento actual y de su dimensión más profunda, como es la espiritualidad y su comprensión humana y cristiana. Es un texto necesario para todo educador.
F. Martínez Fresneda
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