La luz que fluye de la Divinidad




LA LUZ QUE FLUYE DE LA DIVINIDAD

La luz que fluye de la divinidad es una invitación a recorrer, a través de la palabra autobiográfica de Matilde de Magdeburgo, mística y poeta del siglo XIII, los caminos del amor. Es un viaje al encuentro de Dios, que va de la pasión y el deseo de la juventud al cansancio de la vejez, que nos conduce del éxtasis a la Cruz, de la unión a la ruptura, del gozo erótico al sufrimiento.

La voz de Matilde penetra en los misterios de la divinidad y llama a abandonarse al fluir de la vida, a contemplar y envolverse en el fuego que arde y se derrama de la divinidad. La escritura carece de linealidad, evocando el recorrido circular de una danza cósmica, al estilo de otras místicas medievales, como Margarita Porete o Hadewijch. Una palabra nómada que es, al mismo tiempo, palabra divina.

Esta obra de Matilde es el testimonio femenino místico más antiguo en lengua alemana y, en la tradición de la mística medieval, tiende un puente de unión entre Hildegarda de Bingen y el maestro Eckhart.


“No puedo bailar, Señor, si tú no me conduces. Si quieres que salte con fuerza, tendrás que cantar primero. Entonces saltaré al amor, del amor al conocimiento, del conocimiento al gozo, y del gozo saltaré por encima de todo entendimiento humano”

Matilde de Magdeburgo (ca. 1207-1282)

Procedía de una familia noble de la diócesis de Magdeburgo. Tuvo su primera experiencia mística a la edad de doce años. Hacia los veinte abandonó a su familia para marcharse a la ciudad de Magdeburgo, donde se unió a un grupo de beguinas, comunidades de mujeres laicas que llevaban una vida de oración y de servicio a los pobres y enfermos. A partir de 1250, por encargo de su confesor, Heinrich von Halle, empezó a poner por escrito sus visiones, labor que ocuparía el resto de su vida. Hacia 1280 las persecuciones contra las beguinas obligaron a Matilde a buscar refugio en el convento cisterciense de Helfta, hogar también de otras mujeres escritoras, como Gertrudis la Grande y Matilde de Hackeborn, que la reconocieron como maestra.

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