Conversiones forzadas de los judios

A las conversiones forzadas posteriores a 1391 se añadió, paralelamente, una intensa política de evangelización de los colectivos judíos que permanecieron en el territorio peninsular. Herederos de los postulados de san Agustín y san Pablo, los predicadores cristianos defendían que el pueblo judío podría ser salvado si asumía su error y participaba de una conversión universal que uniría a viejos y nuevos cristianos. Esta labor de persuasión catequética se desarrolló al tiempo que se promulgaban nuevas medidas discriminatorias, como las Leyes de Ayllón (1412), que aumentaron la presión sobre los judíos. Los hechos señalan que el proselitismo y el recurso a la predicación siempre fueron acompañados por las amenazas y las medidas segregadoras.

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