El humanismo de Cristo
El humanismo de Cristo
Santiago Acosta Aide
¿Dónde está lo fundamental del mensaje de Cristo? ¿Qué impide hoy que el Evangelio penetre en las conciencias? ¿Qué o quiénes pretenden suplantar a Cristo y su mensaje? ¿En qué consiste la salvación de Cristo? ¿Qué respuesta da Él al dolor humano? ¿Cómo se presentaría Cristo hoy? Puede que no todas, pero es probable que algunas de estas preguntas nos las hayamos planteado alguna vez. ¿Hemos podido responderlas? Nosotros proponemos una hipótesis de trabajo para este capítulo: todas estas preguntas se responden desde el “humanismo de Cristo”, concepto original que Rielo (2011) ha desarrollado.
Hablar de humanismo ha estado de moda desde hace tiempo. Es un tema que no pierde su vigencia, en especial porque el avance de la ciencia y la tecnología, que es espectacular, nos obliga permanentemente a revisar su saldo a favor del hombre, de la dignidad del ser humano, de su bienestar integral. De lo contrario, hay quienes, desde ese avance imparable de la ciencia y la tecnología, deslumbrados por su despliegue, hablan ya de un nuevo hombre: el hombre cibernético o el hombre-máquina, del cual el cine de ciencia ficción nos ofrece muestras acabadas que, no por ser fruto de la imaginación, dejan de inquietarnos por lo que tienen de perturbadoras.
Es imprescindible hacer una puntualización. Cuando Rielo nos ofrece adentrarnos en el “humanismo de Cristo”, no nos invita a pensar en los diversos humanismos postulados por los pensadores cristianos. No se trata de un humanismo cristiano más, sino del humanismo que el propio Cristo encarnó y que, en clave evangélica, propuso a sus discípulos y a todos los hombres. ¿Por qué Cristo es portador de un humanismo propio?
Porque Él nos entrega, según Rielo, un humanismo con notas exclusivas.
Se presenta como el metafísico y el filósofo por excelencia (2011, p. 61 ss.).
Hace suyos todos los valores humanos y los eleva a
su máximo nivel (2011, p. 28 ss.).
Desarma las ideologías que esclavizan al hombre (2011, p. 35 ss.).
Da sentido al dolor (2011, p. 44 ss.).
Nos otorga el don de la fe y redime al ser humano (2011, p. 93 ss.).
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