Ohanes El escultor ignorado en su tierra
Diario de Almería
OHANES. El escultor ignorado en su tierra
Antonio Sevillano Almería
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08 Septiembre, 2021 - 23:31h
Juan Cristóbal y su esposa Juana
Juan Cristóbal y su esposa Juana
Almería no ha podido contemplar la obra de Juan Cristóbal, uno de los máximos exponentes de la escultórica española del siglo XX. La explicación –oficiosa, nunca pública- de sucesivas concejalías de Cultura es que “sale muy caro transportar las piezas, además están los seguros… “. Mientras tanto, el palacio de Carlos V de Granada acogía una extraordinaria variedad de piezas repartidas por toda España; para ello el Patronato de la Alhambra, contando para ello con la Fundación Rodríguez Acosta. No es de extrañar que a Juan González Quesada se le admire y considere granadino, aunque viniese al mundo en Ohanes y en el que se muestra la estatua de su paisano y obispo Diego Ventaja Millán. Es la única que junto al busto del político alicantino Carlos Navarro Rodrigo, expuesto expone en el Museo Dª Pakyta. Original que logré rescatar de una escombrera después de que unos vándalos la mutilasen en los años setenta en su emplazamiento del Parque.
Hasta marzo de 1961 Juan Cristóbal no regresó a Almería. Entonces visitó la ciudad y su pueblo de manos de otro ohanense destacado, el jurista y senador Miguel Vizcaíno Márquez. Vino a estudiar el espacio reservado en la plaza de La Catedral para ubicar la escultura de dicho prelado, aunque finalmente se erigió en su pueblo. Al regresar a Madrid, el 19 de septiembre de ese mismo año falleció víctima de un carcinoma pulmonar.
Bohemio, genial y cotizado
Nacido el 24 de mayo de 1896, hijo de Juan y Micaela (lo de “Cristóbal” era por un abuelo), cuando tenía diez años la madre se trasladó con el resto de hijos a Granada des0ués de que el esposo vendiera parras y bancales y abandonase el hogar rumbo a América, dejándolos en precaria situación económica. Entró de botones en el Centro Artístico, apuntando ya su inclinación por las Bellas Artes al exponer una primera colección de “barros”, gozando de la protección de Natalio Rivas. El influyente político de Albuñol tuteló al precoz artista, le recomendó al taller de Nicolás Prados y posteriormente, con una beca del ayuntamiento granadino, ingresó en el estudio madrileño de Mariano Benlliure. El joven tomó contacto con la piedra, pulió su estilo y aprendió la técnica de modelado y vaciado asistiendo al Casón del Buen Retiro. Con 18 años abre estudio propio en la calle Atocha, a los que seguirían los de c/. Ramón de la Cruz y Londres.
A partir de 1917 los galardones, nominaciones y fama en muestras y exposiciones se suceden: Nacional de Bellas Artes de Madrid, de Londres, Internacional de Barcelona, Zaragoza y Venecia, de Arte Moderno en Granada o en Filadelfia. A ellas presentó piezas en bronce, mármol y pórfido: Torso, La Princesita, El Canónigo, Rafaela, Desnudo, Magdalena, La Noche, Victoria, La Sibila o La Maja. Juan Cristóbal era ya un reconocido maestro del cincelado y los encargos de estatuas y bajorrelieves se sucedieron: Falla, Melchor Almagro, Romero de Torres, Indalecio Prieto, Juan Belmonte, Zuloaga, Domingo Ortega, Ramón y Cajal, Pérez de Ayala o Miguel de Cervantes, para el Ministerio del Ejército y Colegio Español de Bolonia.
En 1920 se casó con Juana Granel, de cuyo matrimonio nacieron cuatro hijos. A finalizar la década se trasladaron a un bello palacio renacentista de Cadalso de los Vidrios (Madrid). Más adelante, durante la II República, ocupó su único cargo oficial por designación: miembro de la Junta del Museo de Arte Moderno. En 1940 firmó -junto a ochenta intelectuales- un manifiesto de apoyo a Manuel Azaña, con el que coincidía ideológicamente. Aunque no cesó en su actividad, la posguerra significó un brusco cambio en el reconocimiento del Régimen. En tales circunstancias no le seducía concurrir a concursos más o menos amañados. No obstante, le encargaron obras de la envergadura del monumento al Cid, en Burgos (a cuya inauguración no fue invitado); o la efigie ecuestre (inconclusa) del dictador panameño Leónidas Trujillo, destinada a Santo Domingo. En esta segunda etapa disfrutó del calor y amistad de su paisano Vizcaíno Márquez. Bohemio, chispeante y locuaz, de natural simpatía personal, era punto fijo en los más granados cenáculos literarios y culturales matritenses.
El bello enclave alpujarreño es reconocido desde hace dos centurias por su famosa uva de barco o de embarque (en su variedad “Ohanes”; los toros ensogados de San Marcos, una de las celebraciones religiosas y lúdicas más reconocibles de la etnografía y antropología social de la provincia; igualmente por la ermita de Tices, donde se venera a la patrona local, la Virgen de Consolación. Ahora bien, como si se tratase de una conjunción insospechada, en ocasiones localidades menores demográficamente sorprenden por la cantidad y calidad de vecinos sobresalientes en heterogéneas actividades. Es el caso de Ohanes, con tres figuras señeras: Diego Ventaja Milán, obispo; Juan González Quesada “Juan Cristóbal”, escultor, y Miguel Vizcaíno Márquez, senador y jurista togado militar. No obstante, debemos retroceder al pasado para abocetar sucintamente a un personaje más con los que ampliar el vademécum: Abdallah Muhammad Ibn Mushtamad al-Bilyani: poeta, notario y predicador en la mezquita de Ohanes, donde falleció en 1335. Autor, entre otros libros, de un tratado sobre la peste en el siglo XIV.
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