Liturgia y Ratzinger

“Voy a aventurarme a poner una comparación que, como todas las comparaciones, es inexacta en muchos aspectos, pero que puede ayudar a comprenderlo. Podríamos decir que entonces –en 1918– la liturgia se parecía a un fresco que, aunque se conservaba intacto, estaba casi completamente oculto por capas sucesivas. En el misal, con el que celebraba el sacerdote, la forma, tal y como se había ido desarrollando desde sus orígenes, estaba del todo presente, pero permanecía en gran medida oculta para los creyentes detrás de instrucciones y formas de oración de carácter privado. A través del Movimiento Litúrgico y, por supuesto, gracias al Concilio Vaticano II, aquel fresco quedó al descubierto y, por un momento, quedamos fascinados por la belleza de sus colores y de sus formas” (El espíritu de la Liturgia, pp. 29-30).

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