Texto anti-escotista de Benedicto XVI:

 

"Es el más agudo y sutil de los escolásticos"Duns Escoto (1266-1308), teólogo del "franciscanismo"; con una referencia crítica de Benedicto XVI


"Es el más agudo y sutil de los escolásticos, uno de los filósofos y teólogos más profundos de todos los tiempos"

"Ha estado a la sombra de Santo Tomás, como si fuera inferior a él, como muestra el hecho de que no haya sido 'canonizado' por la iglesia romana. Sólo en 1993 ha sido "beatificado" por Juan Pablo II"

"Escoto ha destacado la radical infinitud de Dios, a quien no se puede conocer a través de razonamientos tomados del mundo sensible  ni del conocimiento de tipo científico"

"Ha desarrollado una metafísica de la infinitud, pues sólo la existencia de lo infinito (que está más allá de las limitaciones categoriales) nos permite hablar de Dios"

Entre sus críticos está el mismo Papa Benedicto XVI, que en su famoso y discutido "Discurso de Ratisbona"  (12 de septiembre de 2006) afirma que con Duns Scoto   se rompe ya la fecunda síntesis que se había establecido entre entre espíritu griego y espíritu cristiano (entre racionalidad filosófica helenista y revelación cristiana).   

 Éste es el texto anti-escotista de Benedicto XVI:

" Por honradez, sobre este punto es preciso señalar que, en la Baja Edad Media, hubo en la teología tendencias que rompen esta síntesis entre espíritu griego y espíritu cristiano. En contraste con el llamado intelectualismo agustiniano y tomista, Juan Duns Escoto introdujo un planteamiento voluntarista que, tras sucesivos desarrollos, llevó finalmente a afirmar que sólo conocemos de Dios la voluntas ordinata. Más allá de ésta existiría la libertad de Dios, en virtud de la cual habría podido crear y hacer incluso lo contrario de todo lo que efectivamente ha hecho. Aquí se perfilan posiciones que pueden acercarse a las de Ibn Hazm y podrían llevar incluso a una imagen de Dios-Arbitrio, que no está vinculado ni siquiera con la verdad y el bien.

La trascendencia y la diversidad de Dios se acentúan de una manera tan exagerada, que incluso nuestra razón, nuestro sentido de la verdad y del bien, dejan de ser un auténtico espejo de Dios, cuyas posibilidades abismales permanecen para nosotros eternamente inaccesibles y escondidas tras sus decisiones efectivas. En contraste con esto, la fe de la Iglesia se ha atenido siempre a la convicción de que entre Dios y nosotros, entre su eterno Espíritu creador y nuestra razón creada, existe una verdadera analogía, en la que ciertamente —como dice el IV concilio de Letrán en 1215— las diferencias son infinitamente más grandes que las semejanzas, pero sin llegar por ello a abolir la analogía y su lenguaje. 

Dios no se hace más divino por el hecho de que lo alejemos de nosotros con un voluntarismo puro e impenetrable, sino que, más bien, el Dios verdaderamente divino es el Dios que se ha manifestado como logos y ha actuado y actúa como logos lleno de amor por nosotros. Ciertamente el amor, como dice san Pablo, «rebasa» el conocimiento y por eso es capaz de percibir más que el simple pensamiento (cf. Ef 3, 19); sin embargo, sigue siendo el amor del Dios-Logos, por lo cual el culto cristiano, como dice también san Pablo, es «λογικη λατρεία», un culto que concuerda con el Verbo eterno y con nuestra razón (cf. Rm 12, 1).Este tema lo he tratado más detalladamente en mi libro Der Geist der Liturgie. Eine Einführung, Friburgo 2000, pp. 38-42.  


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