Dios y el mal en el mundo Contestación de Rhaner

Karl Rahner

Dios,

amor que desciende

Escritos espirituales

Introducción y edición:


José A. García, SJ

Santander 2008

P.49-50

 Dios Y EL MAL EN EL MUNDO (Entrevista)


P: Si le he entendido bien, Usted espera que se salven todos los hombres.

 Incluso me ha parecido, por sus palabras, que está firmemente convencido de ello. Por una parte, esto suena a optimismo exagerado y, por otra, Usted alude al peligro de numerosos caminos hacia Dios falsos y nocivos para el hombre.

En los ejemplos que ha sacado, tenía la impresión de que tomaba más en serio los peligros, lo cual no parece ya tan optimista.

Por eso me pregunto yo: «¿Cómo permite Dios todos esos riesgos? ¿Cómo es que hay drogas nocivas corporalmente para el hombre? Si Dios quiere salvarnos a todos, ¿por qué permite el mal?».


R.: Si me pregunta: «¿Por qué permite Dios tanto mal en el mundo?», sólo puedo contestarle que lo ignoro. Yo sólo sé que hay un Dios infinitamente bueno y santo, pero ignoro cómo se compaginan su existencia y la existencia del mal en el mundo, como lo de Auschwitz y otras cosas. 

Y sé también que si, en protesta contra la existencia del mal en el mundo, pretendemos borrar a Dios de nuestra vida, la historia marchará todavía peor, porque nos quedaremos con un mundo abismalmente absurdo, fatal. 

Sin nada más. Si quieres aceptarlo en nombre del amor al prójimo, bien; pero yo no creo que quepa aceptarlo.

Al que pregunta, por ejemplo, como Milán Machovec: «¿Cómo

se puede creer en Dios después de Auschwitz?», se le puede responder con razón que una buena parte de aquellos infelices entraron en las cámaras de gas por lo menos orando y con la fe puesta en Dios. Y así yo diría lo siguiente: de estas dos experiencias aparentemente contradictorias no tengo yo la clave última que las compagine; creo, sin embargo, que se puede y se tiene que vivir con ambas, aunque no sepamos superarlas en una síntesis superior.

Hay también, naturalmente, quienes afirman que no existe

nada malo de verdad. Para ellos, el mal es sencillamente un fe-


nónieno de fricción inevitable en la evolución. Como cristianos,

nosotros no podemos despachar el asunto tan a la ligera. Nosotros

somos los que afrontamos el mal con mayor seriedad que

nadie. Y, no obstante, creyendo firmemente en el Dios uno, vivo,

eterno, santo y bueno, esperamos que un día nos alboree la

deseada síntesis. En sus memorias de Romano Guardini cuenta

Walter Dirks que el viejo teólogo octogenario le dijo en cierta

ocasión, ya al final de su vida: «Cuando entre en la eternidad, tendré que responder ante Dios, pero luego les preguntaré a los ángeles cómo es posible que haya tanto sufrimiento, dolor, muerte y sinrazón en el mundo». Y Dios y los ángeles le responderán. ¡Hagamos, pues, lo que Guardini: ¡Esperar!

- La fe en tiempos de invierno, 143-144

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