Carlos Gurméndez Teología y revolución ética El País, 14/0371978

Recesión al libro de González de Cardedal: 

Ética y religión

(La conciencia española, entre el dogmatismo y la desmoralización.) O. González de Cardedal Ediciones Cristiandad Madrid.

  1.  Con verdadera penetración psicológica descubre que la actitud ética no explica situaciones límites, como la culpa, la desesperación, el fracaso, la muerte, porque se puede ser un maravilloso ejemplar de conducta humana ética y sufrir desventuras sin cuento. Cuando tal ocurre, comienza la duda sobre la realidad de un Dios que permite tamañas injusticias. Y se deja de ser religioso, ya que no es posible creer en Dios mientras los inocentes sufren. Tal es la actitud de Job, a cuya concepción dramática dedica G. de Cardedal páginas luminosas y estremecedoras, para llegar a concluir que Job se salva porque se abre a una concepción trascendente de la divinidad, al situarse en el punto de vista de Dios mismo y no desde el suyo de hombre. Así, nos da una bellísima definición: «Dios como infinitud que funda nuestra finitud menesterosa». Lo que llama Garcia Bacca «los hombres, pordioseros de Dios». Frente a esta tesis trascendente, Bloch sostiene que Job realizó el éxodo de Dios hacia lo humano, pues constituye una verdadera aproximación de su lejanía inasequible. Así se entabló un diálogo viviente entre Dios y el hombre. La protesta ética se eleva a canto místico.
  2. En los últimos capítulos el autor insiste en los valores de la existencia cristiana que se orientan hacia una cuestión primordial: cómo llegar a ser el hombre que ya somos o que, no siendo todavía, decidimos ser. Hay, pues, un hombre posible, distinto del real. Esta apertura es la base de su trascendencia. En definitiva, la experiencia religiosa condiciona la ética. Si el hombre se libera a sí mismo religiosamente, está obrando éticamente.

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