María, signo de esperanza.Resension Recesión de PM Infante
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Kasper, Walter; María, signo de esperanza. Ediciones Sal Terrae Cantabria, 2020, Traducción Melecio Agúndez Agúndez, sj. INTUS-LEGERE HISTORIA/ ISSN 0718-5456| EISSN 0719-8949/Año 2020, Vol. 14, N° 2, pp. 324-326
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Walter Kasper es, junto al Papa Benedicto XVI, uno de los grandes teólogos de nuestro tiempo.
Después de ser profesor titular de dogmática de las Universidades de Münster y Tübingen, fue nombrado obispo de Rottenburg- Stuttgartt. Juan Pablo II lo creó Cardenal y Presidente de la Comisión para la Unidad de los Cristianos. Su obra teológica es inmensa, actualmente, la escuela de Teología de los Palotinos en Alemania se encuentra editando sus obras completas.
El autor intenta mostrar que María, la Madre de Jesús, ha sido para él siempre un signo de esperanza. Esta obra consta de siete capítulos. Al final de cada uno de ellos, Walter Kasper nos deja alguna oración o meditación mariana.
En el primer capítulo determina que el fundamento de toda espiritualidad y teología mariana se encuentra en la Biblia, allí está la fuente y la raíz del lugar de María en la fe cristiana. Especialmente se aboca a analizar el Magnificat (cf. Lc 1,46-56) como un texto bíblico de María, que es clave y reproduce, además, el comentario de Lutero sobre este pasaje bíblico (p.15-16).
El segundo capítulo del libro que lleva por título: “María, hija de Sion”, reflexiona sobre la Anunciación del ángel Gabriel a la Virgen María (cf. Lc 1,26-38). El saludo del ángel se abre con la palabra “alégrate”, la misma que emplea el profeta Sofonías en el Antiguo Testamento, “alégrate, hija de Sion” (Sof 3,14). La hija de Sion representa al pueblo elegido de Israel y viene a ser una promesa de esperanza nueva que se hace realidad en María. Esta es la tesis de Kasper en este segundo capítulo del libro; vale decir, María se convierte en la unión real y espiritual entre el Antiguo y Nuevo Testamento, la hija de Sion representa la fidelidad de su pueblo: “Por eso, la mariología no se puede fundar sobre textos bíblicos aislados, sino que está contenida en la Biblia como un todo y es el resultado de una interpretación tipológica, es decir, una interpretación que comprende el Antiguo Testamento a la luz del Nuevo sobre la base de las promesas del Antiguo.” (p.19).
En el tercer capítulo, María, obediente a la Palabra, Kasper medita sobre sobre el Magnificat (cf. Lc 1,46-56), himno mariano por excelencia que corresponde al preludio de las Bienaventuranzas de Jesús (cf. Mt, 5,1-12). En ambos textos el Evangelio invierte los valores normales de la sociedad: los pobres son los ricos; los perseguidos alcanzan la felicidad; los humildes son los poderosos y la paz es obra de la justicia. Como María “es ejemplar en la escucha de la palabra de Dios” (p.24), ella guardaba todo lo que decía y hacía Jesús en su corazón (Cf. Lc 2,19) María es ejemplo de la verdadera Iglesia que nace de la escucha de la palabra de Dios.
El cuarto capítulo, María, Madre de la Iglesia, desarrolla brevemente la historia reciente de este título mariano, que se inicia con el Papa Pablo VI al final del Concilio Vaticano Segundo y culmina con el Papa Francisco, que ha instituido oficialmente, desde el 2018, la fiesta de María, Madre de la Iglesia para el lunes después de Pentecostés. Pero esta historia reciente se basa en antiguas tradiciones que nos vinculan con San Ambrosio y San Agustín. Ya Jesús antes de morir, nos deja su testamento “Ahí tienes a tu madre” le dice al discípulo amado (Jn 19,27). La mención de María en el Nuevo Testamento se encuentra, precisamente, en Pentecostés, “como tal, sobre María recae el cuidado de que el fuego pentecostal del Espíritu Santo no se apague.” (p.30) El cardenal Kasper recuerda en este contexto a san Ireneo de Lyon que hablaba de María como “la desatanudos”, la nueva Eva que con su sí a la voluntad de Dios, desató el nudo de la primera Eva. María, Madre de la Iglesia, nos ayuda a desatar los nudos de nuestra vida personal, de la Iglesia y del mundo. Podemos decir que a veces nos encontramos atrapados en una maraña de nudos que no podemos desatar y aquí aparece María con su amor y consuelo ayudando y regalando esperanza.
El quinto capítulo: “María, Madre de todos los vivientes”, se basa en ese sí que dio en la Anunciación, que citando a Santo Tomás de Aquino, es un sí “en nombre de todo el género humano”. María es, pues, no solo la representante de Israel, sino la representante de toda la humanidad.” (p.35) Como Madre de todos los vivientes es la Madre “dolorosa” y la Madre “alegre”, la que comprende, acompaña y vive el dolor en su máxima expresión, la muerte de su hijo, y la alegría de sentirse amada especialmente por Dios.
El sexto capítulo: “María en la fe católica”, recorre los cuatro dogmas marianos de la Iglesia católica. El primer dogma mariano corresponde a María, Madre de Dios y se remonta al Concilio de Éfeso en el año 431. Esto significa que cuando María da a luz a Jesús, no solo da a la luz la naturaleza humana de Cristo, sino que también su naturaleza divina y, por lo tanto, esto la convierte en Madre de Dios.
El segundo dogma mariano se refiere a la virginidad de María. “La virginidad de María apunta a que Dios, en Jesucristo, ha hecho un nuevo comienzo que no procede de las fuerzas de este mundo, de las fuerzas de la carne y de la sangre.” (p.42). El Cardenal Kasper, como Presidente emérito de la Comisión Pontificia para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, nos recuerda, que estos dos primeros dogmas marianos son patrimonio de todas las Iglesias cristianas.
El tercer dogma mariano corresponde al de la Inmaculada Concepción. Este dogma “es el presupuesto de la maternidad divina porque la maternidad divina presupone, por su parte, que María es un tabernáculo puro para el Hijo de Dios. María solo estaba en disposición de decir y realizar su fiat porque estaba gratia plena, llena de gracia (cf. Lc 1,28)” (p.44) Aunque desde los inicios de la Iglesia se hablaba de María como la mujer sin mancha ni pecado, toda santa, se dejó mucho tiempo para meditar, rezar y, de este modo, comprender mejor este misterio de fe; la elección de María por Dios para renovar su alianza con todos nosotros.
El cuarto dogma mariano consiste en la Asunción de María en cuerpo y alma al cielo, proclamado por Pio XII en el año 1950. “En ella brilla ya la meta de nuestra vida; ella es la Stella Maris, la estrella que nos alumbra sobre el océano, la que nos muestra el camino y nos da la esperanza para nuestro caminar en la vida.” (p.46)
En el séptimo capítulo: “María ruega por nosotros”, Walter Kasper nos recuerda la oración más antigua de la Iglesia dirigida a la Virgen María, que data del siglo III y que se convierte, de este modo, en el acorde final de este libro sobre María y que evoca millones de súplicas de millones de cristianos que han elevado sus ruegos a la Virgen María:
“Bajo tu protección nos acogemos,
Santa Madre de Dios;
no deseches las súplicas
que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien líbranos siempre de todo peligro,
oh Virgen gloriosa y bendita.”
En resumen, este libro contiene una breve síntesis de la mariología actual, con la ventaja de reunir en pocas páginas lo esencial de la teología sobre María y con la desventaja de no aportar nuevas perspectivas a la discusión mariológica ni profundizar en los temas abordados.
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