Retos del transhumanismo
Retos del transhumanismo
Pilar Sánchez Álvarez
Al analizar el contexto donde uno se inserta es necesario reflexionar y
entender los sucesos ocurridos en ese momento para poder tener una visión
global.
Eduardo Martínez de la Fe afirma: “los años 2010 han terminado con una constatación evidente: nos
adentramos en un periodo turbulento de la evolución humana en el que la
crisis planetaria, arrastrada por el calentamiento global y sus derivadas,
se profundiza con un aumento de la desestabilización política, la
inestabilidad económica y una confrontación larvada entre los titanes de
la época, China, Rusia y Estados Unidos, que marca el principio del fin de
un modelo de civilización basado en el dominio de las grandes potencias
sobre los recursos naturales y la población del globo".
Por tanto, la amenaza más grave es el cambio climático, seguido de la crisis política mundial dándose la Nueva
Guerra Fría evocada en 2014, similar a la anterior entre Estados
Unidos y los países del Este, encabezados por Rusia.
En esta Nueva Guerra Fría, Estados Unidos, Rusia y China,
basada en la globalización y en la economía, se reparten el poder
relegando a Europa a segunda fila. Los grandes poderes económicos
como las multinacionales y los fondos de inversión se han introducido
en los gobiernos implementando sus normas.
Ante esta situación han surgido movimientos ciudadanos como el Movimiento
15M o Me Too o la primavera árabe llegando a considerarse el 2019 como el año de
la cólera.
¿Dónde se pone la esperanza en estos momentos? No en los gobiernos, ni en
los partidos, sino en los científicos y en las nuevas generaciones, en
esos jóvenes cargados con frustración.
Estamos inmersos en un nuevo paradigma, la trasmodernidad a través del cual
se puede pensar el presente, recuperando todos los retos de la modernidad,
asumiendo las críticas postmodernas y a través de este ejercicio señalar las
nuevas líneas teóricas del momento contemporáneo. Están involucradas todo
tipo de relaciones, como las “gnoseológicas, sociológicas, éticas y
estéticas”.
Los valores del actual pensamiento transmoderno, valores denominados tradicionalmente “femeninos”, hablan de la no violencia, del cuidado de la naturaleza y de lo pequeño, de la comunicación..., y se han convertido en propuestas morales que alcanzan a hombres y mujeres para la construcción de un planeta más equilibrado ecológica y socialmente.
La Transmodernidad, nacida dentro de la posmodernidad, es una era de incertidumbre, es un engendro del 11 de septiembre. Es el nuevo paradigma de lo humano y una invitación al transhumanismo.
¿Pero que es el transhumanismo? Es un movimiento intelectual y cultural que afirma la posibilidad y la
conveniencia de mejorar fundamentalmente la condición humana a través de
la razón aplicada, especialmente mediante el desarrollo y la puesta a
disposición de tecnologías ampliamente disponibles para eliminar el
envejecimiento y mejorar considerablemente las capacidades humanas
intelectuales, físicas y psicológicas.
Es una manera de pensar en el futuro basado en la premisa de que la
especie humana en su forma actual no representa el final de nuestro
desarrollo sino más bien una etapa relativamente preliminar.
El transhumanismo parte de una cosmovisión cientificista, materialista y
atea del ser humano. Pretende ser un movimiento de liberación para el
siglo XXI.
Este movimiento va modificando, aún está en proceso, todas las
orientaciones personales y sociales del hombre del siglo XXI. Se asocia a
la Revolución Digital y a la Inteligencia Artificial y entre sus
antecedentes está la filosofía de Nietzsche con su exaltación del «superhombre» o la
filosofía social de la Eugenesia que defiende la mejora de los rasgos
hereditarios humanos mediante diversas formas de intervención manipulada y
métodos selectivos de los seres humanos. Este movimiento tiene su origen inicial en la idea del hombre de su
finitud, porque no es otra cosa que la búsqueda de la inmortalidad y del
nacimiento de las religiones debido al miedo a la muerte.
Propone básicamente tres superaciones: una relativa al alargamiento de la
vida, la superlongevidad,otra relativa a la agilidad
mental, la superinteligencia,sin tener en cuenta la
multidimensionalidad del ser humano, y una última relativa a la
eliminación del sufrimiento mediante la transformación
biotecnológica, el superbienestar.
Tiene el peligro de hacer un reduccionismo materialista, es decir, pensar que el hombre es solo materia a la vez que un reduccionismo neuronal al identificar al hombre solo por conexiones neuronales, reduciéndolo solo a racionalidad, quitándole la dignidad de persona, y no teniendo valor por sí mismo.
Suele identificar felicidad psicológica con felicidad física eliminando por tanto los seres humanos imperfectos o con malformaciones.
¿Este transhumanismo tendría que ser forzosamente ateo? ¿Podría ser compatible con la tradición humanista?, ¿sería formalmente la antítesis de la religión?, ¿tiene grandes peligros? Se llegó a insistir en que no habría enfrentamiento de la religión con la nueva mentalidad. El problema es si cambiaría la esencia de las religiones al adoptar algunos de sus principios.
Lo que se plantea es un problema en la visión antropológica del ser
humano. La existencia del alma, defendida por el Cristianismo, y entendida
como recuerdos, personalidad, y autoconciencia racional, principal valor
del ser humano, chocaría con la visión transhumanista, que señala que lo
único importante es preservar la identidad humana. Este mismo problema se
plantearía no solo en el cristianismo sino con las grandes religiones del
mundo.
Incluso si máquinas y criaturas mejoradas fueran reconocidas por las
tradiciones religiosas como poseedoras de alma, aún hay numerosas
creencias culturales acerca del daño que puede infringirse al espíritu a
través de la manipulación del cuerpo y del cerebro.
Uno de los retos más importantes es el antropológico,aunque
hay que insistir que no se debe tener en cuenta las interpretaciones
subjetivas, imaginativas y poco científicas; deben apoyarse en la
ciencia. Los avances en el conocimiento y en la biología humana
permitirán avances en el ser humano, pero la pregunta esencial es si
estos cambios alterarán la naturaleza humana.
Otro problema es la creación de redes externas donde se acumula toda el
conocimiento, ¿podrán tener una identidad ontológica igual a la
condición humana?, ¿serán iguales los Cyborg y los seres humanos? Es
cierto que los primeros podrán simular la conducta humana pero la
pregunta es si se alcanzará la identidad ontológica.
Pero el principal reto analizado es el ético.¿Las redes de
conocimiento pueden hacer que el hombre realice conductas que lo
denigren y lo empobrezcan como hombre?, ¿quién controlará esas
redes?, ¿podrán impedir la libertad, controlar la intimidad y la
dignidad del hombre?, ¿qué principios éticos se programarán para los
Cyborg? No es ciencia ficción, es un problema
emergente. Este nuevo paradigma plantea discusiones morales en el contexto actual
donde la biotecnología cada vez es más perfecta y el trabajo de los
cirujanos plásticos va en aumento.
Existe también el reto jurídico y teológico. Si la sociedad
ejerce el control de las acciones, ¿cómo se le puede pedir
responsabilidad al hombre sobre ellas?
No se puede olvidar que muchas religiones, el cristianismo también, defienden un universo donde existe un hombre que puede ser objeto de una apelación divina y el transhumanismo ofrece una imagen no compatible con la imagen cristiana del hombre.
Actualmente el mundo esta sumido en la pandemia producida por el Covid
19, que pone de manifiesto la vulnerabilidad del hombre y de todos los
sistemas creados por él. Aparte del número de muertes que ha desolado a la
población, se prevé problemas económicos, sanitarios, ideológicos, se
habla del fin del capitalismo, de una selección natural… ¿Cómo va a
influir esta crisis sanitaria en las vidas de los hombres de
las próximas décadas? ¿Qué futuros se abren a la humanidad? Es
necesario construirlos con la participación de todos no solo cuidando la
casa común, la madre tierra, sino cuidando a todo y a todos para formar un
mundo más perfecto.
¿Será posible? Es uno de los desafíos a los que se presenta la humanidad
en esta primera mitad del siglo XXI.
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