El hombre es libre
Por cuanto el hombre fue creado a la imagen moral de Dios, se le dio la oportunidad de demostrar su amor y lealtad a su Creador. A semejanza de Dios, tenía la capacidad de escoger, es decir, la libertad de pensar y actuar con referencia a imperativos morales. De este modo, era libre de amar y obedecer o de desconfiar y desobedecer. Dios corrió el riesgo de que el hombre escogiera en forma equivocada, porque únicamente poseyendo la libertad de escoger podría el hombre desarrollar un carácter que exhibiera plenamente el principio del amor que es la esencia de Dios mismo ( 1 Juan 4:8). Su destino era alcanzar la mayor expresión de la imagen de Dios: Amar a Dios con todo su corazón, alma y mente, y amar a otros como a sí mismo (Mat. 22:36-40)[1].
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