la Curaciones de Jesús
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Para abordar un análisis de los milagros de Jesús y aclarar qué grado de historicidad puede atribuírseles es absolutamente necesario distinguir entre unos milagros y otros, es decir, clasificarlos, para mejor discernir.
Al respecto opino que para lo que interesa al cristiano normal es mejor seguir una clasificación más clara y tradicional, como la adoptada por el especialista J. P. Meier, porque simplifica las cosas:
Personalmente, y en bloque, creo que un historiador racionalista no debe tener dificultad alguna en reconocer que estas sanaciones son hechos históricos, porque muchas de ellas ocurren también hoy día y se deben –creo- a la naturaleza psicosomática de tales enfermedades luego sanadas y a las especiales cualidades, llamadas carismáticas, del sanador -a su potentísima personalidad- junto con la fe de los pacientes, que coadyuva sin duda a la curación.
Jesús, por su parte, estaba absolutamente convencido de su poder de sanación. Dos ejemplos. 1. En Mt 11,20-24 leemos:
“Entonces se puso a maldecir a las ciudades en las que se habían realizado la mayoría de sus milagros, porque no se habían convertido: «¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que en sayal y ceniza se habrían convertido. Por eso os digo que el día del Juicio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras. Y tú, Cafarnaún, ¿hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el Hades te hundirás! Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que se han hecho en ti, aún subsistiría el día de hoy. Por eso os digo que el día del Juicio habrá menos rigor para la tierra de Sodoma que para ti»”.
Este dicho de Jesús parece auténtico, pues lo que en el fondo relata es el fracaso del Nazareno en convertir para su mensaje del reino de Dios a los habitantes de tres ciudades.
En la Fuente “Q” (Mt 12,22-28 / Lc 11,14-26) tenemos una pregunta polémica de Jesús a sus adversarios que apunta también a esta creencia:
“Entonces le fue presentado un endemoniado ciego y mudo. Y lo curó, de suerte que el mudo hablaba y veía. Y toda la gente atónita decía: «¿No será éste el Hijo de David?». Mas los fariseos, al oírlo, dijeron: «Este no expulsa los demonios más que por Beelzebul, Príncipe de los demonios». Él, conociendo sus pensamientos, les dijo: «Todo reino dividido contra sí mismo queda asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no podrá subsistir. Si Satanás expulsa a Satanás, contra sí mismo está dividido: ¿cómo, pues, va a subsistir su reino? Y si yo expulso los demonios por Beelzebul, ¿por quién los expulsan vuestros hijos? Por eso, ellos serán vuestros jueces»”.
Según el relato evangélico, momentos antes Jesús había curado a un “endemoniado” ciego y mudo. Por ello es evidente que esta disputa trataba no sólo de exorcismos sino ante todo de sanaciones, en las que causa de la enfermedad -conforme a las creencias de la época- era atribuida al demonio. Jesús se consideraba, pues, a sí mismo un sanador.
Hoy escribe Antonio Piñero
Pregunta:
¿Qué piensa de todos los milagros que hizo Jesús que aparecen reportadas en la escrituras? ¿Sucedieron o no?
Respuesta:
Utilizo fragmentos de una conferencia mía en la Universidad Popular de la Rioja.
Pregunta:
¿Qué piensa de todos los milagros que hizo Jesús que aparecen reportadas en la escrituras? ¿Sucedieron o no?
Respuesta:
Utilizo fragmentos de una conferencia mía en la Universidad Popular de la Rioja.
Para abordar un análisis de los milagros de Jesús y aclarar qué grado de historicidad puede atribuírseles es absolutamente necesario distinguir entre unos milagros y otros, es decir, clasificarlos, para mejor discernir.
Clasificación:
Al respecto opino que para lo que interesa al cristiano normal es mejor seguir una clasificación más clara y tradicional, como la adoptada por el especialista J. P. Meier, porque simplifica las cosas:
1. Exorcismos;
2. Curaciones;
3. Resurrecciones;
4. Milagros sobre la naturaleza.
Consideradas críticamente las historias de sanación de los Evangelios, los relatos que tienen más posibilidades de remontarse al Jesús histórico –aunque en algunos detalles hayan sido elaborados por los evangelistas cuando incorpora la tradición oral a su obra- son:
• El paralítico bajado por un boquete en el techo (Mc 2,1-12).
• El paralítico situado junto al estanque de Betesda (Jn 5,1-9).
• La curación del ciego Bartimeo (Mc 10,46-50).
• El ciego de Betsaida (Mc 8,22-26).
• El sordomudo narrado en Mc 7,31-37
Ahora bien, aun aceptando que hay un transfondo histórico en hechos reales de sanación por parte de Jesús durante su vida pública, conocer ulteriores detalles de esas enfermedades curadas -como su carácter exacto según la medicina moderna, si las curaciones fueron de por vida, o temporales, etc.- es empresa imposible.
• El paralítico bajado por un boquete en el techo (Mc 2,1-12).
• El paralítico situado junto al estanque de Betesda (Jn 5,1-9).
• La curación del ciego Bartimeo (Mc 10,46-50).
• El ciego de Betsaida (Mc 8,22-26).
• El sordomudo narrado en Mc 7,31-37
Ahora bien, aun aceptando que hay un transfondo histórico en hechos reales de sanación por parte de Jesús durante su vida pública, conocer ulteriores detalles de esas enfermedades curadas -como su carácter exacto según la medicina moderna, si las curaciones fueron de por vida, o temporales, etc.- es empresa imposible.
Personalmente, y en bloque, creo que un historiador racionalista no debe tener dificultad alguna en reconocer que estas sanaciones son hechos históricos, porque muchas de ellas ocurren también hoy día y se deben –creo- a la naturaleza psicosomática de tales enfermedades luego sanadas y a las especiales cualidades, llamadas carismáticas, del sanador -a su potentísima personalidad- junto con la fe de los pacientes, que coadyuva sin duda a la curación.
Jesús, por su parte, estaba absolutamente convencido de su poder de sanación. Dos ejemplos. 1. En Mt 11,20-24 leemos:
“Entonces se puso a maldecir a las ciudades en las que se habían realizado la mayoría de sus milagros, porque no se habían convertido: «¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que en sayal y ceniza se habrían convertido. Por eso os digo que el día del Juicio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras. Y tú, Cafarnaún, ¿hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el Hades te hundirás! Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que se han hecho en ti, aún subsistiría el día de hoy. Por eso os digo que el día del Juicio habrá menos rigor para la tierra de Sodoma que para ti»”.
Este dicho de Jesús parece auténtico, pues lo que en el fondo relata es el fracaso del Nazareno en convertir para su mensaje del reino de Dios a los habitantes de tres ciudades.
Según el criterio de dificultad, no parece apropiado pensar que la iglesia postpascual inventara esta constatación de un fracaso. Por otro lado, el hecho de que Jesús nombrara a tres ciudades hace referencia a que muchas de sus sanaciones eran públicas y conocidas por todos.
En la Fuente “Q” (Mt 12,22-28 / Lc 11,14-26) tenemos una pregunta polémica de Jesús a sus adversarios que apunta también a esta creencia:
“Entonces le fue presentado un endemoniado ciego y mudo. Y lo curó, de suerte que el mudo hablaba y veía. Y toda la gente atónita decía: «¿No será éste el Hijo de David?». Mas los fariseos, al oírlo, dijeron: «Este no expulsa los demonios más que por Beelzebul, Príncipe de los demonios». Él, conociendo sus pensamientos, les dijo: «Todo reino dividido contra sí mismo queda asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no podrá subsistir. Si Satanás expulsa a Satanás, contra sí mismo está dividido: ¿cómo, pues, va a subsistir su reino? Y si yo expulso los demonios por Beelzebul, ¿por quién los expulsan vuestros hijos? Por eso, ellos serán vuestros jueces»”.
Según el relato evangélico, momentos antes Jesús había curado a un “endemoniado” ciego y mudo. Por ello es evidente que esta disputa trataba no sólo de exorcismos sino ante todo de sanaciones, en las que causa de la enfermedad -conforme a las creencias de la época- era atribuida al demonio. Jesús se consideraba, pues, a sí mismo un sanador.
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