La tesis de Weber en torno al capitalismo en el 500 Aniversario de la Reforma Protestante
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La tesis de Weber en torno al capitalismo en el 500 Aniversario de la Reforma Protestante
- ’Ilu (Madrid) 23 2018: 149-173
Ignacio Carlos Maestro Cano
Resumen. La tesis de Weber respecto a una hipotética huella del protestantismo en el «espíritu» del capitalismo ha sido ampliamente difundida.
Sin desmerecer su planteamiento (la indemostrabilidad no resta verosimilitud), lo cierto es que, siendo una hipótesis difícilmente falsable, de ella han derivado formulaciones poco cuidadosas que vendrían a justicar las actuales circunstancias económicas
con hechos religiosos diferenciales.
Siendo la religión un hecho omniabarcador sin igual, tales circunstancias dependen de muchos factores. Se ha pretendido conferirle validez científica a partir de datos socioeconómicos de lo más variado.
Algo aplicable también a quienes pretenden refutarle. La intoxicación dimanada así del trabajo de Weber resulta desconcertante, viéndose en él desde un intento de legitimar al capitalismo, hasta una con firmación de la Leyenda Negra.
Este trabajo no pretende apoyar o refutar la tesis, sino revisar qué cuestiones pudieron dar pie a su formulación. Para ello, se incide sobre cuestiones poco habituales, como es el análisis de aquellos rasgos doctrinales del protestantismo (fundamentalmente la sola fe y la predestinación) de los que habrían derivado los argumentos de Weber.
Palabras clave: Protestantismo; capitalismo; Weber.
El trabajo termina con:
5. Síntesis conclusiva
Una de las primeras conclusiones que pueden derivarse de la situación expuesta aquí en torno a la tesis de Weber es que no deja de sorprender cómo es posible que, siendo una teoría tan popular, se haya desplegado en torno a ella tanta confusión –aunque quizás sea precisamente por ello–.
Por otra parte, y a tenor del recorrido seguido desde su publicación hasta la actualidad, cabe destacar cómo el trabajo de Weber parece haber proporcionado, voluntaria o involuntariamente, un argumento de apariencia científica a aquellos que postulan por un hipotético retraso económico o incluso unos mayores niveles de corrupción en aquellos países a los que, con mayor o menor acierto, se denomina «católicos».
Dicho amparo ha tenido una importancia significacativa si nos atenemos a la frecuencia con que es referido. Y es que la sombra de Weber es alargada.
La importancia de sus aportes metodológicos en el campo dela sociología (tipos ideales, concepción comprensiva, etc.) sin duda contribuye a ello. Sin embargo, ni los argumentos a favor, ni aquellos que han buscado refutarlo, han sido hasta la fecha excesivamente concluyentes.
En este sentido, se trata de un debate que, si bien quizás no haya motivos su fecientes para calificaficarlo de estéril, ofrece pocas posibilidades para llevar a cabo lo que Popper denominaría su «falsación» por lo que, de acuerdo con sus planteamientos, resultaría una materia muy próxima a lo que él entendió como pseudociencia.
En resumen, la tesis de Weber jamás ha quedado demostrada y por tanto, en el mejor de los casos, no puede ser considerada cierta o científicamente avalada y, en el peor, constituye una falsedad o
un mero prejuicio.
Puede que algo más elaborado o disimulado (algo que lo haríamás peligroso), pero prejuicio al n. Dicho esto, y sin poder admitirse de manera concluyente una estrecha conexión entre ambas dimensiones –desarrollo económico y desarrollo religioso–, sí ha de reconocerse que la hipótesis de Weber, permaneciendo como tal, presenta su clientes visos de verosimilitud como para que unas economías se confronten con otras a no de evitar los errores que puedan advertir y poner en práctica aquellas destrezas o aciertos sociales que sean más manifiestos estos.
Si no fuera porque se trata de hacer ciencia y no de mera narrativa, con relación a la tesisde Weber uno se sentiría tentado a decir aquello de que «se non è vero, è ben trovato». Pero se trata de hacer ciencia.
En definitiva, se aprecia cómo el trabajo de Weber sigue constituyendo a día de hoy un excelente material para la investigación y, con mayor motivo, para la reflexión.
En este sentido, una supuesta relación de causalidad entre protestantismo y capitalismo queda ya completamente fuera de lugar, no pudiendo irse más allá de percibir aquellas «afinidades electivas» de las que hablaba Weber.
Quizás esta sea la razón por la que, por más que se recaben nuevos datos o incluso se descubran sorprendentes indicadores de correlación estadística, un siglo después continua siendo imposible confirmar la principal tesis de Weber.
¿Se trata entonces de mera recreación o palabrería? Tampoco. Pero lo cierto es que, hasta el momento, cualquier empeño por confirmar o refutar su tesis de manera concluyente sólo parece quedar ex-plicado por intereses espurios que nada tienen que ver con la ciencia sino más bien con el sectarismo o la apologética.
No ha de extrañar por ello que sea posible encontrar interpretaciones de lo más diversas, en ocasiones enfrentadas, por lo que respecta al posible vínculo entre cristianismo y capitalismo. Desde un Amintore Fanfani para el que el cristianismo representa más bien una cosmovisión antagónica a la del capitalismo hasta interpretaciones que encuentran una conexión de causalidad casi directa entre ambos.
Sea como fuere, lo cierto es que, por un lado, el capitalismo existía antes de Lutero y, por otro, los primeros negocios capitalistas (los de las familias Fugger y Médici, por ejemplo) financiaron más bien a la Iglesia de Roma –no en vano hubo hasta tres papas de la dinastía Médici– antes que al protestantismo.
De este modo, y en el mejor de los casos, las consecuencias económicas derivadas de la versión del cristianismo inaugurada por Lutero constituirían «una revolución que no ha querido ni previsto, pero que deriva de su dialéctica». De manera análoga, podría decirse que quizás Weber tampoco quiso ni previó las consecuencias de su trabajo, dándose la circunstancia de que tuviese algo de razón en lo que dijo, no así en todo lo que se ha interpretado que dijo (aquello que se ha «derivado de su dialéctica»).
Esta descuidada interpretación se manifiesta en primera instancia, tal y como se ha expresado aquí, en la desidia mostrada al eliminar con tanta frecuencia las comillas que Weber pusiera al término «espíritu» en el título de su obra, desvirtuando notablemente y ab initio el mensaje que pretendía transmitir. El espíritu del capitalismo no es el capitalismo en sí. Ni siquiera se trata de sus fundamentos, se trata más bien de la cosmovisión o actitud vital que se aprecia tras él y que se sitúa allende sus fundamentos.
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