El misterio del Dios trinitaria
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El misterio de Dios Trinitario
La compresión cristiana de Dios se encuentra en continuidad de las comprensiones anteriores de Dios y en otras de ruptura.
En continuidad porque como las religiones precedentes, se abren al Absoluto, al que veneran y esperan salvación; pero a la vez se produce la ruptura de todas ellas.
Hay una relación muy grande con el judaísmo y con el monoteísmo filosófico con el cristianismo.
Con el judaísmo porque no se puede olvidar que Jesús es judío, está en continuidad objetiva con su religión, pero su mensaje supone una ruptura, porque el Reino de Dios, ya no es una esperanza, ese Reino se ha hecho presente por él, y con su muerte y resurrección se rompe definitivamente la relación con Israel.
El cristianismo se entronca con la filosofía helenística, preocupada por buscan la verdad, y por su monoteísmo, no como el cristiano, pero si el monoteísmo cultural como propuesta de compresión de unidad en la diversidad y pluralidad.
Este monoteísmo no religioso intenta dar una respuesta metafísicamente válida (las vía de santo Tomás siguen ese camino) a diferencia del religioso que no se detiene en las preguntas y respuestas metafísica sobre los problemas de ser y de la existencia, sino que se preocupa del destino del hombre para llegar a la veneración, la súplica y a la oración, esta última, clave en la diferencia con los filósofos.
Un cristiano diferencia pero no separa filosofía y profetismo, razón humana y revelación divina. La fe no es razón pero sin un ejercicio elemental de ella no se puede creer. La fe es una gracia que da Dios a un hombre creado por Él capaz de conocerle, de descubrirle y abrirse al fin teologal para el que ha sido creado.
Hasta llegar a los Concilios de Nicea y Constantinopla, la Iglesia vivió un lento proceso de maduración intelectual para comprender a Dios, partiendo de la experiencia cristiana originaria de los primeros Discípulos y de las confesiones de fe.
Se parte: “en Jesucristo los hombres tenemos salvación definitiva y esta solo puede venir de Dios porque salvación es ser afirmado e integrado en su propia vida divina”.
Y se habla de salvación en relación a tres protagonistas en íntima relación entre si: Padre que envía y da a su Hijo, Palabra encarnada, guiado por el Espíritu a lo largo de su existencia, que él enviará desde el Padre a la Iglesia.
La teología y los Concilios han afirmado, repensado y defendido la común naturaleza divina junto a la unidad y diferencia entre esos protagonistas de la salvación de los hombres. Esta es la esencia de Dios.
¿Cómo explicar esto? Unos lo hacen afirmando: la fe en Dios creador del mundo; la fe en Dios reconciliador del mundo; la fe en Dios consumador del mundo. Esto puede llevar a un modalismo, es decir, tres maneras distintas de nombrar al único Dios. Otros han puesto el acento en el personalismo, existiendo el peligro de llegar a un triteísmo, es decir, unión de tres como realidades autónomas, como lo son las persona en el orden humano.
La Biblia nos revela que Dios es comunión de vida en mismidad y alteridad, que hay relación, no hay soledad, sino Amor que se da, se acoge y se devuelve al origen.
Es Fuente eterna de vida (Padre), Palabra eterna de sentido (Hijo) Amor constituyente (Espíritu Santo). El problema es metafísico y místico: Dios es relacionalidad (abertura al otro) es historicidad (capacidad para existir encarnado) gratuidad (se da al hombre) vulnerabilidad (no se defiende con el mal ni la violencia) debilidad (va a la muerte por compartir nuestro destino). Pero a la vez es poder, plenitud, santidad, bondad verdad.
En la luz del misterio trinitario, las categorías primordiales del cristianismo no son esencia y autonomía, sino relación y autodonación, que han encontrado eco y respuesta en las conciencias de los creyentes.
El misterio de Dios Trinitario
La compresión cristiana de Dios se encuentra en continuidad de las comprensiones anteriores de Dios y en otras de ruptura.
En continuidad porque como las religiones precedentes, se abren al Absoluto, al que veneran y esperan salvación; pero a la vez se produce la ruptura de todas ellas.
Hay una relación muy grande con el judaísmo y con el monoteísmo filosófico con el cristianismo.
Con el judaísmo porque no se puede olvidar que Jesús es judío, está en continuidad objetiva con su religión, pero su mensaje supone una ruptura, porque el Reino de Dios, ya no es una esperanza, ese Reino se ha hecho presente por él, y con su muerte y resurrección se rompe definitivamente la relación con Israel.
El cristianismo se entronca con la filosofía helenística, preocupada por buscan la verdad, y por su monoteísmo, no como el cristiano, pero si el monoteísmo cultural como propuesta de compresión de unidad en la diversidad y pluralidad.
Este monoteísmo no religioso intenta dar una respuesta metafísicamente válida (las vía de santo Tomás siguen ese camino) a diferencia del religioso que no se detiene en las preguntas y respuestas metafísica sobre los problemas de ser y de la existencia, sino que se preocupa del destino del hombre para llegar a la veneración, la súplica y a la oración, esta última, clave en la diferencia con los filósofos.
Un cristiano diferencia pero no separa filosofía y profetismo, razón humana y revelación divina. La fe no es razón pero sin un ejercicio elemental de ella no se puede creer. La fe es una gracia que da Dios a un hombre creado por Él capaz de conocerle, de descubrirle y abrirse al fin teologal para el que ha sido creado.
Hasta llegar a los Concilios de Nicea y Constantinopla, la Iglesia vivió un lento proceso de maduración intelectual para comprender a Dios, partiendo de la experiencia cristiana originaria de los primeros Discípulos y de las confesiones de fe.
Se parte: “en Jesucristo los hombres tenemos salvación definitiva y esta solo puede venir de Dios porque salvación es ser afirmado e integrado en su propia vida divina”.
Y se habla de salvación en relación a tres protagonistas en íntima relación entre si: Padre que envía y da a su Hijo, Palabra encarnada, guiado por el Espíritu a lo largo de su existencia, que él enviará desde el Padre a la Iglesia.
La teología y los Concilios han afirmado, repensado y defendido la común naturaleza divina junto a la unidad y diferencia entre esos protagonistas de la salvación de los hombres. Esta es la esencia de Dios.
¿Cómo explicar esto? Unos lo hacen afirmando: la fe en Dios creador del mundo; la fe en Dios reconciliador del mundo; la fe en Dios consumador del mundo. Esto puede llevar a un modalismo, es decir, tres maneras distintas de nombrar al único Dios. Otros han puesto el acento en el personalismo, existiendo el peligro de llegar a un triteísmo, es decir, unión de tres como realidades autónomas, como lo son las persona en el orden humano.
La Biblia nos revela que Dios es comunión de vida en mismidad y alteridad, que hay relación, no hay soledad, sino Amor que se da, se acoge y se devuelve al origen.
Es Fuente eterna de vida (Padre), Palabra eterna de sentido (Hijo) Amor constituyente (Espíritu Santo). El problema es metafísico y místico: Dios es relacionalidad (abertura al otro) es historicidad (capacidad para existir encarnado) gratuidad (se da al hombre) vulnerabilidad (no se defiende con el mal ni la violencia) debilidad (va a la muerte por compartir nuestro destino). Pero a la vez es poder, plenitud, santidad, bondad verdad.
En la luz del misterio trinitario, las categorías primordiales del cristianismo no son esencia y autonomía, sino relación y autodonación, que han encontrado eco y respuesta en las conciencias de los creyentes.
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