Secuestro de la palabras

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Secuestro de las palabras en el  hecho fundamental del cristianismo,
consecuencia de la secularización

Pero los hombres han secuestrado las palabras[1]. Las palabras son las mediaciones de la realidad, incluso  de la realidad misma de Dios. Nacen, cambian de sentido, se transforman e incluso mueren[2].  
Las dos tentaciones fundamentales son:  o bien  cristalizarlas para no profanarlas o bien alterarlas, rompiendo la conexión  entre ellas y el significante que tenían.

¿Cómo nacen las palabras en el cristianismo? Nacen de las experiencias profundas y a ellas remiten continuamente. Y si se alteran no podrán ser vehículo de la presencia de Dios ni actualizadoras de su revelación.

En la retrasmisión de una procesión de Semana Santa, como anteriormente se ha comentado,  el locutor hablaba:
… de catarsis primaveral, de la fiesta de la tolerancia; la superación de todos los conflictos; la liberación de las inercias y temores acumulados  a lo largo del año; el respiro de la creatura después del largo invierno; la comprobación de que la fuerza de la vida prevalece en primavera sobre el agobio de la muerte y sobre la congoja de los hielos; el olor a jazmín y del azahar en naranjos, limoneros y cidros; el humo del incienso y de la cera; el redoble de tambores, y de músicas heroicas, que reintroducen los sueños primordiales de todo hombre; la suma de una pasión dramática reprimida y de la conciencia nacional estéticamente orquestadas…

Los nombres de Cristo, de María Santísima, de Semana Santa, en este contexto no significaban nada. Con esta apropiación solo se afirma al hombre por sí mismo y para sí mismo pero utilizando las referencias cristianas.
El cristianismo vivido en autenticidad es el que se vive trascendiendo hacia la persona de Jesús, el Cristo o Salvador universal, y si se usan las palabras cristianas sin la conexión con el significado, con las realidades, solo serán restos de una historia superada, y olvidada. Los medios de comunicación actuales lo han reducido todo a hechos verificables, y todo lo cristiano no tiene cabida en ellos. Los cristianos no la pueden olvidar, degradar o transformar.



[1] OGC, El secuestro semántico: Ya, 29/04/1984.
[2] Un ejemplo claro es el empleo de la palabra paraíso. En la religión católica se habla del paraíso como una  meta para alcanzar y  la idea de felicidad se identifica con el paraíso, pero la “desacralización del cielo” contemporánea, al descubrimiento de la noción de progreso, produjo un impacto considerable en la relación  del hombre con lo sagrado en la modernidad occidental. La desmaterialización del paraíso como lugar, conllevó a su revalorización como estado de construcción de sentidos, el amor a Dios ya no era un fin en sí mismo, sino un medio del amor fraternal, de la promesa de la eterna felicidad de estar con los suyos.

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