Cita del cardenal Blázquez sobre González de Cardedal
Olegario González de Cardedal, sacerdote abulense nacido en 1934, es problablemente el teólogo más importante y respetado hoy en España. Hace unos días, al inaugurarse la Asamblea Plenaria de los obispos españoles, el cardenal Blázquez, en su discurso inaugural citaba a Olegario ante los obispos y la prensa reunidos en la calle Añastro: “Me permito citar a un observador penetrante de nuestra historia, pasada y presente. Son palabras impregnadas de preocupación porque considera tales actitudes ya superadas en los decenios anteriores”, dijo. Citando a Olegario lamentó “la perversión del lenguaje y la escisión y confrontación de la sociedad en dos partes, la derecha y la izquierda” y continuó su cita: “Es una injusticia mayor reclamar para una de ellas la verdad de España negándosela a la otra, como si esta no existiera y no perteneciera a la única historia, y sacando la consecuencia de no dialogar con ella. Esta postura reclama para sí la única que tiene dignidad cultural y posee la primacía moral, y con ello lanza una mirada despreciativa a la otra”.
El nuevo libro de Olegario, ante el nuevo escenario donde aparecen nuevos actores y se presume de “nueva política”, matiza y amplía las convicciones que ya expresaba.
El marco filosófico que intenta expresar, también al no-creyente, o al pensador mundano, incluye dos convicciones:
- El hombre necesita lo absoluto, lo espiritual; necesita dos cosas distintas pero que van juntas que es el pensar y el creer; las autoridades no pueden ignorarlo
- Todo teólogo necesita traducir la enseñanza particular cristiana al idioma de lo que es universal y humano, para que lo cristiano humanice el mundo
Desde esta plataforma, “Ciudadanía y cristianía”, analiza como se encarnan hoy ambas dimensiones:
- Sobre la ciudadanía: su encaje en la cultura, la religión, la ética y la política.
- Sobre la “cristianía”: situaciones particulares novedosas para la Iglesia en España, como el paso de Benedicto XVI al Papa Francisco, la relación entre el individuo y la colectividad, la del ciudadano con los otros ciudadanos y la del cristiano de a pie con la Iglesia.
En ese contexto, insiste: «Los hombres tenemos siempre la vida por hacer, los ciudadanos tenemos siempre la sociedad por configurar y los cristianos tenemos siempre nuestra fe por realizar».
Y recordando lo que ya escribió en tiempos zapateriles, y en previsión del futuro incierto que le espera a España:
“No hay un modelo de ciudadanía que el Estado o el gobierno tengan el derecho de imponer y a partir del cual juzgar y valorar a los miembros de la sociedad. Esa fue siempre la pretensión del absolutismo. Esto significa que la primera categoría de la que hay que partir es la de libertad de los ciudadanos, que configuran su vida personal, su ciudadanía y su participación política desde las propias convicciones. No se les puede imponer ni privilegiar un modelo de ciudadanía sino que cada uno debe decidir la suya. Ese es el sentido del «atrévete a saber» de la Ilustración. En el punto de partida de la comprensión de la ciudadanía no puede estar ninguna categoría política, ideológica o religiosa sino sencillamente la libertad del ciudadano. La categoría primera es la libertad positiva, no la laicidad negativa”.
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