Teología política de Metz Crítica a la apologética

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Álvaro Mejía Góez, La teologia política. Un acercamiento a la teología fundamental de J. B. Metz, en RAM 6.2 (2015) 385-394.

 Es este artículo el autor tiene como tarea esencial  demostrar que la teología fundamental  de Metz debe “dar razón de la esperanza” y como elemento base, que cualquier teólogo fundamental debe asumir como punto de partida, está la Revelación. 

También es claro que este mensaje que la revelación nos trasmite, se ha presentado con distintos matices de acuerdo con la época y con las características históricas de cada autor. 
Entendemos, entonces, que el esfuerzo de la teología manualística respondió a las necesidades de su época; pero que en el devenir histórico se fue superando una manera particular de entender la revelación y el dogma; de allí se comprenden los avances que en esta disciplina se lograron a partir del Concilio Vaticano II, sobre todo por la manera de abordar el tema de la Revelación en la constitución dogmática Dei Verbum.

Es a partir del postconcilio cuando la teología fundamental adquiere una forma más estructurada, clara y definida de su método y objeto, dando espacio a que muchos teólogos, que inclusive fueran peritos en el Concilio, elaboraran sendos manuales de teología fundamental, y desde este contexto  surge la necesidad de acercarnos a  J. B. Metz 


Su teología fundamental tiene un toque distinto, novedoso, provocador. Su teología fundamental es arriesgada, crítica, inquietante. Toca puntos demasiado sensibles para la ortodoxia y esto le ha costado no pocas dificultades en el seno de la Iglesia jerárquica. No obstante, la reflexión de Metz es válida y seria, de una consistencia metodológica clara y de grandes repercusiones para la teología latinoamericana según el autor de este artículo. 

Hablar de teología del mundo o teología práctica o de teología política, es hablar de J. B. Metz.

En este artículo se presenta las influencias en el  campo teológico K. Rahner y  Von Baltasar , aunque las crítica por ser lejanas o místicas.
También en el campo filosófico, Metz sostiene un constante diálogo con sus contemporáneos ya que para él es muy importante hacer teología fundamental hablando con la filosofía; es necesario “de cara a los otros, dar un fundamento a la esperanza”; “el contacto con el logos extraño, distinto, es para mi una apasionada actitud fundamental” (Metz & Wielsen, 1996). Metz ha leído e interpretado a Hegel y a Heidegger y ha tenido contacto con los filósofos alemanes. Entre ellos se encuentran: Ernst Bloch, Adorno, Horkheimer, J. Habermas, Emmanuel Lévinas. Sobre todo le interesa Heidegger por su filosofía de “ser y tiempo”, que después Metz utilizará para hacer su teología de la memoria y la narración como elemen- tos hermenéuticos de los que hablaremos más adelante.

Hace una crítica a la Apologética

Constata Metz que ya desde el Nuevo Testamento se puede encontrar una apologética hecha por el mismo Jesús; también una apologética de los primeros padres de la Iglesia. Esta apologética la encuentra Metz muy positiva, muy dialogal con los sistemas del momento; fundamental para el correcto desarrollo de la doctrina cristiana. 

La siguiente etapa la ubica Metz en el Iluminismo. Esta apologética parte de allí para defender unas verdades; pero es demasiado controversística y no se hace otra cosa que buscar, sobre el terreno de una racionalidad ahistorica, absolutamente desligada del sujeto concreto, la posibilidad y la condición de una revelación en general. Esta manera de acercarse a la revelación es demasiado “meta-histórico” y no conduce a los puntos centrales de los problemas que se imponen a una teología fundamental fiel a su época.


Después la neoescolástica que tiene un carácter innegablemente regresivo; abandona los problemas de la filosofía moderna, de la forma moderna del saber y de la vida. La neoescolástica busca suelo firme y seguro en el pasado, retornando inmediatamente a tradiciones premodernas. En este sentido la apologética se hace polémica en sentido amplio. “El único objetivo parece ser siempre el aislamiento y la inmunización con vistas a una nueva estabilización” (Metz, 1979). 

En el momento que religión y sociedad se separan, gracias al iluminismo, la Iglesia busca compensar una cierta pérdida de normatividad y universalidad (Mardones, 1988)1, a través de su “doctrina social”. 

Así como la neoescolástica alza sus armas defensivas en torno a la dogmática para defenderla, la doctrina social de la Iglesia hace un ataque contra el desafío político del tiempo. Una vez mas la sustancia teológica y dogmática de la verdad cristiana se hace extraña de frente a lo social.

Continúa Metz con su crítica y esta vez hace notar que después de la revolución francesa, nace una corriente apologética conocida como “tradicionalismo”. Esta corriente se introdujo en algunos sectores teológicos y eclesiales; en ciertos ambientes de manera teórica, en otros, acompañado también por una cierta práctica. 
En el campo teórico el tradicionalismo ponía en duda la capacidad cognoscitiva de la razón natural y ponía el acento en la total incapacidad para encontrar un acceso propio a la idea de Dios o de la Revelación. Esta manera de hacer teología fue condenada por el Concilio Vaticano I; pero anota Metz que el tradicionalismo práctico no fue atacado por la Iglesia oficial y que se practica aún entre nosotros.

Por último, Metz evalúa la apologética de hoy y da tres juicios principales sobre ella:

Se supera en línea de principio exclusivamente o menos pronunciadamente defensivo, a comparación de la neoescolástica, en su enfrentamiento con las tradiciones filosóficas y científicas de la era moderna.
En la modernidad se puede hablar de Dios y de su historia con los hombres en un sentido “responsable”. Así existe una voluntad de asimilación crítica y productiva de la teología cristiana.
La apologética se convierte en teología fundamental que se ocupa de los problemas que tienen que ver con los fundamentos mismos de la fe, y no sólo de meras estrategias defensivas; este avance se debe, en parte, a la distinción que K. Rahner hace entre una teología “formal” y una “fundamental”.


Su teología afirma:La fe de los cristianos es una praxis dentro de la historia y de la sociedad, que se concibe como esperanza solidaria en el Dios de Jesús en cuanto Dios de vivos y muertos que llama a todos a ser sujetos en su presencia (Metz, 1979).

Referencias
Mardones. J. M. (1988). Postmodernidad y cristianismo. El desafío del fragmento. Santander: Sal Terrae.
Metz, J. B. (1979). La fe, en la historia y la sociedad. Madrid: Cristiandad, 32. Metz, J. B. (1998). Sul concetto della nuova teologia politica. Brescia: Queriniana. Metz, J. B. & Wielsen, E. (1996). Esperar a pesar de todo. Madrid: Trotta. Ratzinger, J. (1986). Informe sobre la fe. Madrid: BAC Popular.

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