Experiencia cristiana en una sociedad secularizada
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¿Que es experiencia?
Algunos párrafos de este artículo:
Manuel del Campo Gilarteu, La
experiencia cristiana en una sociedad secularizada.Génesis
y proceso de la fe ,en Teología y
Catequesis 100 (2006) 107‑120
Intenta dar respuesta a las siguientes cuestiones; ¿tiene sentido hablar de experiencia cristiana en una sociedad secularizada?
¿Hasta qué punto es posible apelar a la experiencia cristiana en estas
circunstancias en las que la realidad cristiana es marginada y aún anulada?
Principal desafío: la secularización que oscurece la verdad de la revelación para la verdadera catequesis. La Iglesia es consciente de que el primer servicio que puede y debe
prestar a cada persona, y a toda la humanidad, es anunciar a Jesucristo, hacer
posible el encuentro con El y, desde El, iluminar la vida de los hombres"
(RM 2). Y así, será tarea de la catequesis ayudar al hombre a "descubrir
en la persona de Cristo el designio eterno de Dios" (CT 5); dar a conocer
en su totalidad e integridad la verdad del mensaje del evangelio; ayudarle a
interiorizar, y como a entretejer, el mensaje cristiano en la realidad vital de
su existencia.
1. La experiencia humana
La experiencia humana hace referencia a la vivencia
de una realidad de carácter humano, y aún a la existencia humana concreta.
Comprende el mundo de los diversos estados de ánimo; de los deseos,
expectativas y proyecciones vividos por el ser humano en las concretas
circunstancias y estímulos de la vida. Integra también el mundo de los
sentimientos, los afectos, las pasiones y pulsiones... Es, en definitiva, toda
esa compleja y rica realidad, que tiene lugar en el ser íntimo y personal de
cada sujeto, y que, en el campo psicopedagógico, suele ser denominada
experiencia antropológica. Los instrumentos para su conocimiento y tratamiento
adecuado nos vienen dados, esencialmente, por las ciencias humanas.
2. La experiencia religiosa
La experiencia religiosa procede de la dimensión
religiosa originaria del hombre y comprende la rica realidad vivida por el ser
humano cuando éste se abre a la trascendencia, en coherencia con el impulso
innato de búsqueda y de ascensión hacia la verdad, la belleza, el sentido del
bien moral, la aspiración al infinito, la tendencia a la felicidad, a la libertad.
Es decir, se encuentra en la vivencia de la tensión y búsqueda de Dios, cuando
el hombre escucha la voz de su conciencia y el mensaje de las criaturas.
Esta experiencia la vive el hombre actual, cuando, a
pesar de tantas condiciones históricas y factores adversos,
"reencuentra" esa dimensión originaria que le es propia: la capacidad
de Dios, que el creador ha puesto en él (cf. GS 19). El hombre es por
naturaleza y vocación un ser religioso. La experiencia religiosa contiene los
sentimientos y vivencias que proceden de la afirmación de la existencia de
Dios, después de ese camino de ascensión y de búsqueda.[1]
3. La experiencia cristiana o vivencia de la
realidad cristiana
Parece procedente, en primer lugar, tener en cuenta
que el cristianismo no se circunscribe al ámbito exclusivo de la razón, sino
que afecta a la totalidad de la existencia del hombre. Desde este punto de
vista será legítimo hablar de experiencia cristiana porque expresa el hecho de
comprometer la propia vida con la fe cristiana, y percibirse a sí mismo, en
cuanto ser personal, como sujeto de ese vivir, un existir nuevo de aquella
persona que tiene fe.
La experiencia
cristiana tiene, pues, su origen en la fe, y depende de ella, que en sí misma
no es experiencia sino don de Dios, respuesta y entrega a la Palabra de Dios, e
iluminación de la inteligencia del hombre.. La experiencia cristiana, pues, contiene el mundo
interior y personal del cristiano, su subjetividad concreta en la complejidad y
riqueza de la misma. Eso hace que no pueda quedar fuera de esta experiencia la
comprensión, interpretación y expresión concreta que cada uno tiene de la
realidad de Dios.
‑ De la experiencia cristiana hay que decir, en
consecuencia, que es la expresión de la fe por la gracia del Espíritu Santo.
‑ En definitiva, la experiencia cristiana depende de
la fe. Es ésta la que genera, funda y regula la experiencia cristiana. Y si es
la fuente, es también la norma, de modo que la fe debe regular toda experiencia
cristiana en cualquiera de sus dimensiones y concreciones (experiencia de
oración, experiencia de vida evangélica, experiencia sacramental, experiencia
espiritual, etc).
El centro de la experiencia cristiana es Cristo.
¿Como nace la fe?
:
En primer lugar la Palabra, la predicación ‑ proposición de la Palabra
revelada, que es presentada por el evangelizador, por el testigo (por la
Iglesia, en definitiva).
Después, el necesario auxilio interior del Espíritu
Santo.
Y finalmente, la respuesta libre del hombre a la revelación divina.
En resumen, si la catequesis lleva a cabo una
presentación insuficiente o errónea de la verdad plena de Jesucristo,
cualquiera que sea su forma, entidad o alcance, se estará negando de facto la
unidad y universalidad del misterio salvífico de Jesucristo; se estará alterando
el proceso mismo de la fe, propio de la iniciación cristiana, y hará imposible
en nuestros iniciandos, en consecuencia, alcanzar a profesar la fe de la
Iglesia.
2. La realidad de la verdad de la fe
La actual situación del pensamiento y la cultura nos
reenvían inmediatamente a la llamada "cuestión de la verdad". Como es
sabido, esta cuestión hunde sus raíces en la disolución y quiebra de la
filosofía misma (más propiamente de la metafísica, en el proceso de la
reducción de la razón; y en el de la inestabilidad del ser, que finalmente va a
desembocar en el positivismo, el relativismo y el subjetivismo; y en concreto
en el desinterés, la desconfianza y aún la negación de la posibilidad del
hombre para alcanzar la verdad.
En estas circunstancias, el evangelio corre el
riesgo de quedar reducido a percepción e interpretación subjetiva; y la
confesión de la fe de la Iglesia, sometida a un proceso en el que cede la
verdad y la objetividad de la misma, es reducida a moral, a norma de conducta y
a costumbre (recordamos a Kant y su Ética de la razón práctica). Es decir, la
verdad de la Revelación acaba haciéndose "disponible" al hombre, en
función de cada tiempo, situación y cultura. Dios a la medida del hombre. He
aquí el triunfo de la Ilustración.
El paso siguiente será el desentendimiento del
anuncio íntegro y objetivo del mensaje cristiano. Cederá, pues, la necesidad de
una presentación orgánica y sistemática de la fe, y se acentuará la dimensión
"significativa" y vital de la fe cristiana.
Conviene traer a la memoria, al respecto, como
ejemplo paradigmático, el proceder de la Iglesia ya desde los primeros tiempos
en relación con este problema planteado a la comunidad cristiana por la cultura
y que, en el fondo, se refiere a la relación entre la fe y la razón. El papa
Benedicto XVI, en su primera etapa como profesor de teología, hizo referencia a
esta decisión básica de la Iglesia primitiva en favor de la filosofía,
afirmando que: "el cristianismo primitivo llevó a cabo una elección
purificadora: se decidió por el dios de los filósofos, en contra de los dioses
de otras religiones"[10].
Como es sabido, el encuentro del cristianismo y la
filosofía griega tuvo su "ocasión" y momento inicial en el discurso
de san Pablo en el areópago (cf. Hch 17,22~33). Así lo manifestó el papa Juan
Pablo II en la encíclica Fides et ratio
nº 24ss. Para san Pablo no son los monumentos religiosos ni los dioses paganos
objetos de su interés, sino «el Dios desconocido", aquél del que han
hablado los filósofos, y al que consideran el ser mismo, y por eso, fundamento
de todo ser. Para la primitiva Iglesia éste será un punto de partida y la base
común sobre la cual iniciar el anuncio del Evangelio a los atenienses. El
apóstol Pablo pondrá de relieve, pues, la importancia de la razón y el deseo
universal del hombre de conocer la verdad, (según Aristóteles "todos los
hombres desean saber" y será la verdad el objeto propio de su deseo), así
como el deseo y la nostalgia de Dios que anida en el corazón de todo hombre.
El profesor J. Ratzinger dirá: "La elección
hecha por la Iglesia significaba una opción a favor del logos, por la verdad
del ser mismo en contra de cualquier clase de mito[11].
Recordemos que la expresión griega "logos" significa palabra,
inteligencia, razón, verdad. El riesgo que corrió, en algunos casos, la
primitiva Iglesia fue oscurecer el logos y, como consecuencia inevitable,
iniciar un camino de separación de la verdad, acercándose más a una
consideración de sí misma como institutio
vitae, es decir, como pura organización y forma de configuración de la
vida, al modo de la consuetudo romana
o costumbre de la ciudad de Roma que se quiso fuera tenida como norma de vida
para todo el imperio, en contraposición a las exigencias de la verdad. Desde
aquí entendemos la famosa expresión de Tertuliano sobre Jesucristo, y, en
consecuencia, sobre la concepción cristiana: "Cristo no se llama a sí
mismo costumbre, sino verdad"[12].
La Iglesia, pues, desde los Padres a los grandes
teólogos medievales van a seguir este camino, no siempre fácil, del encuentro
entre la fe y la razón. Recordemos al respecto la reflexión que el papa Juan
Pablo II presenta en el capítulo IV de Fides
et ratio, donde describe las etapas más significativas de este encuentro
del cristianismo con la filosofía, de la fe con la razón. Baste recordar, entre
otros, a Tertuliano, san Justino, Orígenes, san Clemente de Alejandría, san
Agustín, san Anselmo, santo Tomás de Aquino.
Los retos planteados, desde esta perspectiva de la
verdad, a la catequesis actual, son evidentes, y sabemos reconocerlos e
identificarlos entre nosotros. La presentación íntegra de la verdad del
Evangelio, la exposición sistemática y orgánica de la fe de la Iglesia a
nuestros catequizandos constituye uno de los elementos básicos y esenciales de
toda catequesis de iniciación cristiana, que haríamos bien en considerar en
toda su amplitud y desarrollar con fidelidad.
[1]
Cf. CONCILIO VATICANO 1, Const. Dogm. Dei
Filius c. 2: DS 3004; CONCILIO VATICANO 11, Const. Dogm. Dei Verbum 6.
[4]
CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Instr. Past.
Teología y secularización en España 9. De la redención de Cristo como
acontecimiento único y universal de salvación, se pasa a la consideración
plural de acontecimiento redentor. Cada momento religioso y aún cultura] e
histórico podría representar una expresión válida de la salvación. Es el
problema del relativismo religioso, que viene precedido por el relativismo
teológico.
[5] Cf. H. DERROITE, "Une catéchése que change avec des
familles qui changent": Lumen Vitae 4 (2005) 367‑385.
[7] Const. Dogm,
Dei Verbum 2; cf. CONGREGACIóN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Declaración Dominus
Iesus 5.
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