Iglesia en los 80

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Para hacer un análisis de la situación de la Iglesia, Olegario González de Cardedal empieza como punto de referencia desde el año 1960, porque se inicia un nuevo pontificado, hay un concilio que preparar, se cambia la percepción de ella misma en la historia, se empieza el dialogo con los no católicos y hay una voluntad de reforma evidente . Hay una serie de pioneros que después de reflexionar sobre la situación de la Iglesia bajo la represión modernista, y después de la II guerra mundial, hacen florecer la teología sobre todo en el campo bíblico, ecuménico y litúrgico, sensibles a la nueva cultura, haciendo a la iglesia más humilde y cercana a los hombre, culminando en el Concilio.
Al hablar del posconcilio el teólogo alza su voz profética a favor de pobres, siendo estos todos aquellos privados de su dignidad humana:

Una fecunda siembra de ideas e ideales; una Iglesia más transparente, humana, popular, celebrativa y solidaria; más simplicidad y más libre, más cercana a la experiencia que hicieron los discípulos de Jesús, más «compadeciente» de los hombres, preocupada por su pan y por su paz, su hambre y su desesperanza; solidaria de la situación de los individuos y masas humanas, de los millones que pagan su hambre con los presupuestos de armamento, y de los continentes que son víctimas de las superpotencias.
Por otro lado, una Iglesia menos compacta y uniformada, menos institucionalizada y orgullosa de su santidad, a la vez que más sensible para sus propios pecados y complicidades, sus distancias y sus concesiones. Las teologías políticas, de la revolución y liberación, dieron cauce a esas pasiones evangélicas, a esos resquemores respecto de la anterior historia de la Iglesia, a esa solidaridad obligada con los depauperados, con todo aquellos cuyos derechos humanos son violados, con todos los grupos, etnias, regiones y religiones marginada o sacrificadas al progreso del Primer Mundo .
Ya no se da la uniformidad eclesial por lo que se vuelve más cauta en relación con las grandes declaraciones realizadas en épocas anteriores. Esta situación creó desconcierto en los fieles, porque cambiaban muchos esquemas mentales hasta ahora inamovible, unido a la falta de catequesis para cambiar actitudes y formas de pensar, lo que dio lugar a unos al rechazo y a otros al desengaño.
Se olvidaron que el cristianismo fue en su origen y ha de permanecer siempre una religión de encarnación.


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