El Papa y la ecología

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Entrevista del Papa Vía: abc.es (19-10-2015)


¿Fueron el amor de San Francisco de Asís por la naturaleza y la causa de la ecología los que le llevaron a elegir su nombre?

-Nunca lo había pensado. Lo que me decidió en ese momento no fue tanto el mensaje de San Francisco sobre la creación como su forma de vivir en la pobreza evangélica. Durante el cónclave, cuando se alcanzó el umbral de votos necesario para la elección del Papa, mi amigo el cardenal Claudio Hummes, que estaba sentado a mi lado, me apretó el brazo y me dijo que no olvidara a los pobres. Enseguida pensé en el mundo martirizado por tantas guerras y violencia porque, con su testimonio, San Francisco de Asís fue un hombre de paz. En la encíclica «Laudato si», al empezar con las palabras del Cántico de las criaturas, intenté mostrar los profundos lazos que existen entre el compromiso para erradicar la pobreza y el cuidado de la creación. Tenemos que dejar a nuestros hijos y nietos una Tierra en la que puedan vivir, y comprometernos a construir una paz duradera y justa en el mundo.

-Usted es Papa en una época que se enfrenta a grandes desajustes climáticos. ¿Cuál será su mensaje en la Conferencia Internacional sobre el Clima en París?

-El cristiano tiende al realismo, no al catastrofismo. Sin embargo, precisamente por eso, no podemos ocultar lo evidente: el sistema mundial actual es insostenible. Espero vivamente que esta cumbre pueda contribuir a tomar decisiones concretas, compartidas, y que miren por el bien común a largo plazo. A ello contribuyen nuevas formas de desarrollo, para que tantas mujeres, hombres y niños que pasan hambre, son explotados o sufren por las guerras o el paro, puedan vivir y crecer dignamente. Y a ello contribuyen nuevos modos de poner fin a la explotación de nuestro planeta. Nuestra casa común está contaminada y no deja de deteriorarse. Necesitamos el compromiso de todos. Debemos proteger al hombre de su propia destrucción.

-¿Cómo se puede hacer?

-La humanidad debe renunciar a idolatrar el dinero y volver a situar en el centro a la figura humana, su dignidad, el bien común, el futuro de las generaciones que poblarán la Tierra después de nosotros. Si no, nuestros descendientes se verán obligados a vivir en un cúmulo de escombros y suciedad. Debemos cultivar y proteger el regalo que se nos ha hecho y no explotarlo de forma irresponsable. Debemos cuidar de quienes no tienen siquiera lo mínimo imprescindible y comenzar a emprender reformas estructurales que favorezcan un mundo más justo. Renunciar al egoísmo y la codicia para que todos vivan un poco mejor.


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