Plenitud del hombre en sentido cristiano







O. GÓNZALEZ DE CARDEDAL, “Jesucristo. De la plenitud de Dios a la plenitud del hombre” en Communio, 4 (2007) 125-138.

El siguiente estudio establece una relación circular entre Hombre-Cristo- Dios-Iglesia-Hombre, para conducir al lector a ese hombre nuevo que espera la plenitud, anticipada ya pero todavía no. De manera fácil de compresión guía al lector de manera discursiva, y mostrando su faceta de enamorado de Cristo, hacia la plenitud cristiana. Por eso el trabajo tras una breve introducción, transita de las aspiraciones del hombre al Jesús como plenitud humana particular, como plenitud divina en el mundo, y como la plenitud de Dios en la Iglesia a la plenitud del hombre.
El autor parte de dos paradojas fundamentales: la primera referente al hombre, quien tiene anhelo de plenitud pero para alcanzarla reconoce no tener las capacidades suficientes y la segunda referente a Jesús de Nazaret, un judío fracasado por la muerte en la cruz pero que no ha sido olvidado y se ha convertido en la plenitud humana ansiada.

El primer apartado habla de la plenitud del hombre. González de Cardedal afirma la grandeza y la miseria humana de forma contundente, grandeza en sus grandes conquistas y miseria porque nunca se siente satisfecho de ellas. Esta plenificación puede ser pensada bien como naturalización, es decir, por la realización con las cosas, donde el trabajo es visto como el primer medio de perfeccionamiento poniendo como ejemplo el marxismo; bien como humanización como logro o conquista de sus anhelos en el esfuerzo de descubrirse así mismo, de sus potencias intelectivas y afectivas, es decir, el camino llevado por los humanismos; o bien el de la divinización, considerándose superior a sí mismo, abierto a un absoluto de sentido de verdad y de bien, pensado como participación en su vida o incluso identificación con su ser, siendo las religiones el camino para alcanzarlo.
El autor especifica que el cristianismo coincide con otras religiones en muchos elementos pero tiene la particularidad de no partir del sentido ascendente del hombre a Dios como el resto de las religiones, sino de la certeza de la búsqueda por parte de Dios, y es en un segundo momento cuando el hombre busca a Dios. Cristo es la plenitud del hombre como don de Dios al mundo, un don intrascendible, con el cual se entrega incondicionalmente al mundo como vida y plenitud participables por los mortales.

El segundo apartado del estudio está dedicado a Cristo como expresión de una plenitud humana particular. Cristo aparece en la historia como una figura particular, en una cultura, en un tiempo y una religión determinada, que deben ser conocidos para interpretar bien su mensaje. Es ejemplo para los hombres por su forma de vida, una vida que prolonga el profetismo de Israel, pero abriéndolo a una universalidad plenificadora aunque también en otros aspectos lo relativiza, lo que explica la aceptación y el rechazo de muchos judíos contemporáneos a El.
Las bienaventuranzas son la suprema medida de lo humano, de manera que autores (Jasper) han unido su nombre a Buda y Confucio, como hombre decisivos por su gran talla humana, o bien como grande en santidad (Pascal) porque revela y refleja el ser de Dios en sus comportamientos.
Barh afirma que Cristo pudo ser absolutamente el hombre para los demás porque se vivió como el hombre para Dios, en cuanto Hijo ante el Padre y desde ahí pudo reconocer y acoger a todos como sus hermanos. Muchas filosofía y religiones lo reconocen como la mejor expresión de la humanidad.
Pero en el origen de cristianismo, aún reconociendo la grandeza humana de Cristo no le siguieron por eso, sino por la convicción de que Dios estaba en El, porque vieron en El al Prometido de Dios para Israel, el Mesías, el Salvador.

El tercer apartado lo dedica a exponer a Cristo como expresión de la plenitud de Dios en el Mundo. Fue la experiencia de la resurrección, la efusión del Espíritu Santo, la formación de una comunidad misionera las que les revela la identidad de Cristo y una nueva relación de fe con El convirtiéndose en creyentes, reconociéndolo como Mesías e Hijo de Dios, el Nuevo Adán de una humanidad nueva, principio de salvación y cabeza de esa nueva comunidad. En la resurrección se dan tres definiciones:

a) De Dios, Dios fiel, Dios de vivos, Dios creador
b) De Jesucristo como el Justo, Mesías, Hijo eterno de Padre eterno
c) Del hombre, llamado a compartir el destino glorioso de Cristo.
Desde aquí aparece la conciencia cristiana de Cristo mediador de Dios y el hombre, entre su santidad y nuestro pecado, entre su vida y su muerte. El ha tomado el lugar de los pecadores para que los pecadores estemos en el lugar de Hijo. “Los evangelios no presentan un sistema filosófico sino que relatan una historia que afecta a Dios y al hombre porque Cristo es justamente la mediación que hace pasar la plenitud divina a la historia (p. 132)
Cristo es plenitud para el hombre como principio de sentido para la existencia porque muestra a Dios como Padre amoroso en el que podemos confiar; como fuente de identidad personal por su vida, por su fidelidad a la misión hasta el final; como don de redención porque con su muerte se ofreció como ofrenda por la intercesión de todos; como origen de un doble principio de vida interior en cada hombre o exterior en la iglesia; como indicativo de una fidelidad agradecida orando por todo lo recibido y realizando la misión que El encomendó al hombre.
Cristo es el espejo de nuestro ser, la raíz de nuestra existencia y la meta de nuestro destino según afirma la carta a los Colosense (Col 1,16-17).

El último apartado antes de las conclusiones, presenta la plenitud de Dios mediada en Cristo, presente en la Iglesia. La prolongación de la obra de Cristo en la historia tiene lugar en la Iglesia por una doble mediación: la interior, el Espíritu Santo y la exterior, la Sagrada Escritura, el ministerio apostólico, los sacramentos. Esta plenitud se concreta en la diversidad de carismas y gracias recibidas.
Termina el autor para aclarar este plenitud afirmando: “somos cristinos cuando estamos conformados con Cristo, vivimos radicados en la iglesia, somos sus testigos y colaboradores para con el mundo” (p. 138).

En las conclusiones resume las ideas expuestas con una brevedad y síntesis extraordinarias:
1º Cristo en la historia nos abre al misterio de Dios. Dios es amor, creador, Padre, fin de todo
2º Cristo nos abre a nuestra propia resurrección
3º Dios tomó cuerpo en una mediada por Cristo se hace accesible en la Iglesia para llevarnos a su plenitud.

Este artículo relaciona los grandes temas de la teología con un estilo fácil de leer, pero que implica grandes conocimientos de teología para presentarlo de esta forma. En su lectura vemos la circularidad de las ideas, y los puntos fundamentales de la revelación de Dios al hombre.



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