Entrevista a González de Cardenal Futuro de la teología
SR. Bueno me parece que está muy claro. Sin embargo el Padre Toutin nos propone un ejercicio de imaginación teológica que yo le voy a invitar a hacer. Imaginemos que en junio de 2099 se realiza un coloquio de balance de la teología del S XXI,. Como se imagina usted el pensamiento teológico del S XXI y que palabra o imagen les dejaría a las nuevas generaciones
OGC. Para poder proponer algo serio respecto del siglo XXI hay que comenzar re- presentándose la teología del siglo XXI porque no hay novedad sin tradición y a uno no le crecen alas si no tiene raíces. Sobre esa reciente y más larga historia entrego estos días un libro a la imprenta, con el que cierro mi ciclo teológico en la universidad. Lleva por título El quehacer de la teología. Génesis, estructura, misión. Y aparecerá aquí en Salamanca, en la editorial Sígueme. Luego vendría la mirada de programa y prognóstico de futuro. Pero el profeta y el teólogo son dos figuras fundamentalmente distintas. El profeta, si tiene la seguridad de que habla en nombre de Dios puede profetizar, yo desde luego no lo soy.
El teólogo es un hombre pobre, es un pobre hombre, se atiene a datos, hace una memoria, mira hacia el futuro, pero sabe que el futuro no es construible, que para eso están el Espíritu Santo y la libertad de los hombres. El deja al Espíritu Santo en el seno trinitario y a la libertad de los hombres en sus propias manos.
La teología no es algo que se introyecta con violencia en una conciencia histórica sino lo que nace de una conciencia histórica y de una conciencia creyente conjugadas. Dada la diversidad de elementos que van a jugar, no podemos imaginar la teología que surgirá los próximos años. Casi todos los prognósticos que se hicieron sobre la teología post-conciliar han resultado vanos o falsos.
Por tanto yo solo podría responder personalmente y no desde el futuro, a mi edad no me queda mucho por delante dado el promedio de vida que enseñan los manuales. Yo soy abulense, he crecido en el mundo de la naturaleza, en la montaña de Gredos en mis primeros años, por lo tanto con una impregnación de naturaleza muy fuerte, y luego he crecido en el mundo de la cultura y de la historia en Ávila y en Alemania. El resultado es que mis palabras originantes provienen de esos tres mundos. Los símbolos primordiales y los conceptos sistemáticos se han trenzado con la vida y reflexión personales. Estos serían los órdenes que habría que tener en cuenta. Por ser abulense Santa Teresa y San Juan de la Cruz me son especialmente queridos. Este nos dejó los tres grandes símbolos: la fuente, la noche y la llama. SI yo ahora volviendo la mirada a mi propia trayectoria buscase tres palabras que en alguna forma remiten a universos y a sistemas complejos de sentido, pondría tres: encuentro, raíz, entraña., Que en alguna forma remiten a libros concretos. Pero si me preguntas por un símbolo concreto, estando en Salamanca, esta tierra llana de surcos y lontananzas y teniendo en en la memoria a don Miguel de Unamuno y don Antonio Machado y en otros órdenes a Holderlin o Rilke, pensaría en un árbol. Y como escribí el Elogio de la Encina, existencia cristiana y fidelidad creadora, la encina me parece el símbolo primero. Un árbol de una complejidad admirable. Ahora estamos en Salamanca, hoy es el día 10 de julio, con una primavera de lluvia, y ver una encina es ver todo un mundo, un tronco robusto, en su follaje la flor de la candelilla, árbol que vale tanto para fuego como para hacer un instrumento musical. Pero es un símbolo de fidelidad, de permanencia, de aguante, de estar ahí, sin más, siendo, existiendo, floreciendo y fruteciendo ante Dios, acogiendo su gloria y traduciendola a gloria del hombre.
SR Muchas gracias, justamente yo pensaba para acabar preguntarle por el Elogio de la Encina que quizás para las personas que nos reciben del otro lado del atlántico es un libro desconocido o poco conocido, pero justamente al encargarme esta pequeña entrevista había pensado volver a esto y decir... pero ya lo ha respondido! Que queda del Elogio de la Encina y que nos cabe esperar de esa fidelidad rotunda y creadora que aquí se proclamaba
OGC EN primer lugar es un libro que las nuevas generaciones, por ser admirablemente jóvenes ya no lo conocen. Su primera edición es de 1974. Los teólogos recuerdan o deben saber lo que la situación eclesial, espiritual y moral de la Iglesia era en aquel momento, después del Concilio Vaticano II, después del 68, después de la ruptura con las instituciones eclesiales, después de la fascinación por el marxismo. Tales rupturas, sustos, asombros llevaron consigo una crisis de permanencia y de fidelidad para muchos en la iglesia, especialmente sacerdotes y religiosos. En aquel momento, yo, no cediendo a la alternativa fácil de un radicalismo de ruptura o de una atenimiento a una fidelidad numantina, pensé que era posible una fidelidad creadora. Fidelidad dice arraigo, dice memoria, dice recepción, san Pablo habla de la conexión necesaria entre recibir y entregar “paralambanein”, “paradidomai” (1Cor 11,23;15,3). Entonces pensé. ¿Cómo, siendo rigurosamente contemporáneo, consciente de lo que se está jugando en este momento histórico, se puede ser fiel y a la vez creador, en la Iglesia y en la sociedad, en la Universidad y en Salamanca que era donde yo estaba. Y desde este enclave europeo, español, universitario y a la vez rural, he querido hacer teología, para mí y los próximos ante todo, porque solo en el lugar propio y siendo fiel a él se tienen las condiciones personales, culturales y eclesiales necesarias para hacer teología. Yo nunca quise jugar la carta de decirles a otros en Centroamérica, en Asia, en África o en Sudamérica lo que era la teología para ellos. Me parece un abuso de poder, una forma de imposición totalitaria.
Yo pensé desde España, desde Europa, desde Salamanca. Y en ese contexto, que hoy tendría una traducción distinta pero que en el fondo es el mismo, pensé que lo mejor era hacer el elogio de ese árbol, de hoja perenne, en todo tiempo, en tiempo de sequía y en tiempo de lluvia, a diferencia del chopo, que es más erguido, mas enhiesto, mas juguetón, que siempre está al lado de donde hay agua y cuando no llueve pues no tiene hoja. La encina con esa corpulencia, humildad y sobriedad que son fortaleza me parecía el símbolo de una existencia auténtica, auténtica en humanidad y auténtica en cristiana. He distinguido los campos de mi acción. He escrito los libros propios del profesor (La entraña del cristianismo, Cristología, Fundamentos de cristología I-II, Dios) y los libros propios del sacerdote que siempre he sido en explicitud y gozo (Meditación teológica desde España, Elogio de la Encina, La gloria del hombre, Raíz de la esperanza, Confirmarse para llegar a ser cristiano); pero no he vivido ajeno a mi historia y a mi pueblo cuyos problemas y tareas he repensado en libros y con una presencia permanente en la prensa nacional. Ahí están esos otros libros que dan testimonio de ello (España por pensar, Educación y Educadores, La palabra y la paz, Al ritmo del diario vivir).
SR. Muchas gracias, creo que con esta imagen nos sobran las palabras...
OGC. Yo no sé cuál será el árbol que en Argentina sea el equivalente de la encina. Si llego a ir, y si voy por las ciudades, o voy por la Pampa y el Paraná quizás encuentre algún otro árbol que para ustedes tenga la misma significación que para alguien que ha vivido en Salamanca, en Avila y Extremadura tiene la encina.
SR. Gracias de nuevo y hasta la próxima ocasión.
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